Humor sin censuras

Madrid

Un día después de la portada de la revista satírica ‘El Jueves’, en la que se metía con los neonazis, su amenazada directora Mayte Quílez fue agredida por un encapuchado. Un hombre que se acercó a ella en su portal, le dio un puñetazo en la cara y echó a correr.

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'El Jueves' ya fue censurado por reírse de la monarquía. Pero en España se puede, o se debería, hacer humor con todo. En esa portada de ‘El Jueves’ un crío le pregunta a su madre si los neonazis tienen cáncer, porque van todos peladitos, y la madre le dice que ojalá. Hay un chiste viejo, que yo no sé si se lo escuché alguna vez a Darío Adanti cuando Darío habla de los límites del humor, que dice: "Por favor no hagáis chistes con el cáncer que mi padre se murió de risa escuchando uno". Se hacen chistes con todo. Se hacen chistes con los judíos del Holocausto, ¿y no nos podemos reír con los nazis? ¿Sí el chistecito de la víctima y no el chistecito del verdugo? No hay nada en el mundo mejor contra lo que reírse que un nazi; son verdugos, son ridículos y son peligrosos. En este país de tantas cosas ilegitimas reírse de un nazi debería de estar recompensado por ley.

El humor desenmascara a los miserables, sobre todo cuando no se ríen. Pero hay otras funciones igualmente valiosas: desenmascara a los tibios, que son igual de miserables porque actúan desde la superioridad moral de quienes no justifican la agresión, pero la blanquean. Son los mismos incapaces de superar diferencias o rencores pronunciando una condena sin adversativas. Una condena que no incluya la matización, el gris; una condena que no incluya la miserable apreciación de que la agresión es terrible, pero es que menuda portada. Nada que no se haya visto con 'Charlie Hebdo', con el "los mataron pero", y nada que se haya aprendido desde entonces.