Prestigio por reacción

Madrid

Se hace bastante hincapié en lo que ha tardado Obama en visitar España, pero el presidente de Estados Unidos, que normalmente acaba con su imagen asfixiada al final del segundo mandato, crece cuanto más cerca está el final. Más que nada por lo que viene detrás de él. Se trata de un prestigio por reacción: el prestigio que de repente tendría cualquiera que gobernase antes que Donald Trump. Así que en cierta manera Obama llegará a España en lo más alto de su popularidad. Un hombre envuelto en nostalgias, un presidente del que podría decirse que se le echa de menos antes de despedirlo.

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Será la primera visita que haga en sus mandatos, lo que va en paralelo al peso internacional de España. Normalmente en este mundo de la diplomacia se observa tu influencia por la relevancia que tienes en las cumbres, por el papel que desempeñas en la mediación de conflictos y por las veces que te hace cariños el presidente de los Estados Unidos. El Gobierno español ha sido un Gobierno extraordinariamente local, preocupado primero por la crisis y luego por retener el poder ante la aparición de nuevos partidos. Cuando ha habido que hacer caso a asuntos externos ha sido principalmente por motivos electorales, como por ejemplo con Venezuela. Obama sin embargo viene más descansado. Quizás visite los sanfermines. Eso dijo su portavoz ante una pregunta sobre si estaría interesado en visitar Pamplona. Él viene entre el 9 y el 11 de julio, así que para entonces aún quedarán toros. Pero se sentirá más cómodo en casa no si conoce la polémica tradición del encierro sino la más agradable tradición de la reverencia, algo que también él ha practicado con gusto en otros países y que en España hizo, exageradamente, nuestro Josep Piqué cuando Bush bajó las escalerillas del avión. Tuvo que decirle un funcionario estadounidense que aquello que se estaba subiendo y bajando en la pista era un ministro.