La política sirve para arreglar los problemas

Madrid

Cataluña vuelve a estar al borde de unas nuevas elecciones. Ocho meses después de votar, el 27 de septiembre pasado, seis meses después del trabajoso pacto entre Junts Pel Sí y al CUP, que retiró de la escena a Artur Mas, la legislatura se tambalea.

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Los anticapitalistas han decidido no apoyar los presupuestos y dejan al Govern en una situación complicada. Los socios que se comprometieron a llevar a Cataluña a las puertas de la independencia no han sido capaces de acordar ni la ley más importante de un parlamento, las cuentas públicas.

Ayer aquí, en el debate en la SER, el convergente Francesc Homs lanzaba la propuesta de crear en el Congreso de los Diputados una comisión parlamentaria que aborde la cuestión catalana. Parece claro que los convergentes necesitan una vía, un cauce institucional para un proceso que han hecho avanzar sólo a golpe de manifestaciones populares y hechos consumados. Una manera de hacer las cosas que hoy los dejará en minoría en el Parlament.

Es delicada y peligrosa esta espiral en la que está Cataluña desde hace años y en la que entró España en estos meses de legislatura fallida, esta espiral que coloca la política en el centro del debate, pero que no acaba de resolver los problemas.