Que haga calor, mucho calor

Madrid

Todas tenemos un vestido, aunque sea uno solo, que cada vez que nos lo ponemos sabemos que nos lo vamos a llevar muerto. No sé si a los hombres les pasa igual, si tienen esa camisa que se pusieron para ir a morfar a Casa Otilio y se convirtió en talismán porque fue la excusa perfecta para garantizarse más de un polvo venidero. 

Quiero creer que sí. Que todos tenemos esa prenda de ropa que consigue que salgas por la puerta grande.

Mi vestido es de seda, color fresa. Con el corte adecuado para que te metan mano haciendo como que no, que solo te saludan, que se encontraron contigo y te dieron dos besos, susurrándote al oído “¡Qué bonito vestido!” Pero colando los dedos hasta la gomilla de la braga, acariciando el perfil de mi precioso tapiz.

Que haga calor, mucho calor. Para que yo pueda ponérmelo si tengo la suerte de quedar contigo. Todavía no ha llegado a Madrid el licor café, pero cuando tú me lo traigas, me invitas. Así hasta podremos fingir si hace falta que aquí no ha pasado nada hasta volver a escuchar la típica canción que te gusta aunque no te guste. Que bien podría ser ésta que suena ahora mismo…

No se alardea de amantes. Pero dudo mucho que no sepas quién aspira a conseguir ese título por tu parte.

Dime que sí, que junio es un mes precioso. Y que julio lo será más.