Como los gaiteros de Lumpiaque

Madrid

El lamentable debate del martes dejó una sensación penosa: todo sigue empantanado. Estamos como los gaiteros de Lumpiaque, preparativos y más preparativos pero nunca empieza el concierto. Cada posible acuerdo parece difícil de suscribir y más difícil aún de sostener, y no se le ve a España la audacia o la inconsciencia con la que en la Transición se lanzó a tumba abierta hacia el futuro. Ahora la sociedad es pusilánime, los políticos también. Todo se aquilata con la existencia de todo tipo de encuestas para no dar ni un paso inseguro. Persiguiendo a la más tonta de las utopías, una vida sin riesgo. Pero no vamos a salir del callejón sin salida en el que estamos sin un golpe de valor colectivo que algún día alguien tendrá que abanderar. Nos va a ser imprescindible. Las importantes reformas que tenemos que acometer van a necesitar algo más que pinzas, guantes y mascarilla, van a requerir amplitud mental. Ahí tienen un ejemplo: Euskadi y Cataluña. Cada vez el PP y el PSOE pesan menos, ya no será posible analizar la estructura de nuestro Estado sólo con los viejos códigos. Hoy somos lo último que hubiéramos podido imaginar: un país insípido, apagado, insustancial y acoquinado.