Lecciones de aeropuertos

Madrid

De mis relaciones con los aeropuertos he aprendido bastantes más lecciones que de mis relaciones con los seres humanos. Los dos tienen algo en común: tienden a deteriorarse cuando más se necesitan. De esta forma, los aeropuertos se dividen entre los que sirven para que despeguen y aterricen aviones y los que se usan para que despegue y aterrice el dinero público. Las personas entre los que pagan por subirse a un avión y los que cobran por hacerlo. Aquí, por tanto, se produce la primera fricción: los que cobran para que tú te subas a un avión quieren ganar mucho; los que pagan por subirse, quieren perder poco.

Ampliar

Y un plan ambicioso que resume una forma de actuar muy empresarial. Que se observa en Vueling pero puede observarse también en compañías que parecen dirigidas por magos en lugar de empresarios. Incluso en chiringuitos de playa, aunque con consecuencias sensiblemente distintas: no es lo mismo que se retrase la caña a que se retrase el avión. Este plan consiste en ampliar la oferta, y al ampliar la oferta tener más beneficios: todo ello hacerlo sin inversión. Esta afamada estrategia es la que parece estar detrás de la anulación de 19 vuelos en España y de las tradicionales colas de afectados en El Prat, que ya son como las procesiones de Semana Santa en Sevilla.

También hay dos tipos de planificaciones: la de los españoles cuando empieza el mes de julio, y la de Vueling, que parece tener otro calendario. Desde el jueves no han podido volar 82.250 personas, que en medio del caos se han encontrado también sin información y sin capacidad de reacción, ni la suya ni la de la compañía. Un trabajador dijo a El País: “En Semana Santa ya se perdió el control de la parte de operaciones y personal y tripulaciones. Luego se ha ido comprobando que se han vendido más vuelos de los que era posible operar”. Lo que nos lleva al patrón de oro fundamental: en España se han construido más aeropuertos que aviones, y hay menos aviones que vuelos.