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LA OPINIÓN

La herida racial

La muerte de dos negros a manos de policías blancos y la de cinco policías abatidos por francotiradores durante una manifestación de protesta por esas muertes constituyen la enésima confirmación de que esa herida continúa supurando.

LA OPINIÓN | LA HERIDA RACIAL

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Madrid

Estoy seguro de que Barack Obama debe acumular una frustración enorme en esta etapa final de su mandato. Ha conseguido pasar a la historia como el primer presidente negro, pero es una dolorosa evidencia que el problema racial no está resuelto en Estados Unidos, ni muchísimo menos. La muerte de dos negros a manos de policías blancos y la de cinco policías abatidos por francotiradores durante una manifestación de protesta por esas muertes constituyen la enésima confirmación de que esa herida continúa supurando. Es verdad que Obama ha vuelto a insistir en el tema de las armas, en lo sencillo que resulta agenciarse de un fusil ametrallador, por ejemplo, y liarse a tiros; pero creo que ese es sólo uno de los elementos del problema; importante, sin duda, pero no el único.

Acudamos también a la historia, que para algo sirve; los Estados Unidos de América nacieron, crecieron y se desarrollaron gracias a dos cosas: la expulsión de los indios de sus tierras y la esclavitud de los negros. Esa discriminación racial no hace tanto permanecía en las leyes y hoy desde luego continúa impregnando su entramado social. No en todas partes, es verdad; se ha avanzado mucho, pero el monstruo sigue ahí, agazapado. Así que hoy resulta inevitable mirar a Estados Unidos y tratar de entender lo que está ocurriendo en ese país, al que tanto apelamos; ya sea para ponerlo por las nubes o para ponerlo a parir. Yo creo que ni una cosa ni otra; es precisamente en su complejidad –y en su historia- donde habría que buscar las claves. De momento, sólo podemos limitarnos a llorar a sus muertos

 
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