El amor

Madrid

José García es el párroco de Onda. A finales del mes de julio hizo algo que le puede salir caro. Acogió en la parroquia de San Bartolomé un acto de bendición del amor entre dos mujeres, se llaman Carmen y Lucía, las dos se habían casado por lo civil unos días antes. El párroco las conocía bien, les tiene un cariño sincero, o al menos eso asegura el cura, y quiso que esas dos mujeres enamoradas pudieran celebrar su propio amor y el que le tienen a Dios. El obispado le ha abierto un expediente porque no se puede asimilar ni siquiera de forma remota las uniones homosexuales con el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia.

¿Qué ocurriría si la iglesia se democratizara? ¿Qué pasaría si, al estilo de un partido político, la iglesia recurriera a sus bases, convocara unas primarias y sometiera su programa particular al criterio de sus fieles? ¿Qué dirían del caso de Carmen y Lucía? ¿Las repudiarían como lo hace el obispado por ser dos mujeres que se quieren? ¿Les negarían el amparo del dios en el que creen, de la religión en la que se han educado, de la creencia que ha moldeado sus valores?

Pero ya se sabe que en el amor y en la corrupción conviene ir caso por caso, que no hay corrupción política ni amor universal, que lo de querer al prójimo como a uno mismo tiene excepciones, que el prójimo se va desvaneciendo si es gay, si es una mujer lesbiana, si ha cambiado su sexo… Que el prójimo merece menos amor si defiende la igualdad de género, si es feminista, si cree que la religión debe estar alejada de las aulas y del espacio público… Ya se sabe que el prójimo empieza a resultar un extraño si cree que una mujer tiene derecho a decidir sobre su maternidad y sobre todo si lo ejerce. Algún día, en una negociación para una investidura se hablará de la Iglesia y de su tics autoritarios, de su tendencia invasiva, de los privilegios que conserva. Algún día.

En fin, en este día 32 preferíamos hablar del amor. Juraría que a Carmen y Lucía las quiere más su Dios que su iglesia.