El bucle político

Madrid

Ya estamos aquí otra vez. Metidos en este bucle político del que creíamos haber salido durante las vacaciones pero que no fue más que un espejismo provocado, seguramente, por el sol, la playa, las cervezas y las horas de sueño. Volvemos con un pacto entre el PP y Ciudadanos, algo que ya habíamos vivido aunque uno de los actores era diferente, entonces era el PSOE.

Un pacto que, como entonces, caducará cuando el pleno del Congreso de un no mayoritario a la investidura de Rajoy. En el bucle del pacto, a la vuelta, nos hemos encontrado también el No del PSOE, que parece que no va a moverse ni a virar un milímetro. PP y Ciudadanos dicen que han llegado a un acuerdo al que se podría sumar el PSOE, lo mismo que entonces al acuerdo de Ciudadanos y el PSOE se podría haber sumado el PP. Sigue como antes del verano la presión al PSOE.

En el bucle han entrado también las elecciones gallegas y, sobre todo, las vascas, con lo que esto puede y va a condicionar la posición definitiva del PNV, y el previsible si de Coalición Canaria. Todo música y letra que ya conocíamos. Y así el bucle nos va a llevar al debate de investidura de mañana, al que Rajoy se presenta con más síes, 170, que los que tenía Pedro Sánchez en el mismo momento, pero que tampoco le va a servir para salir investido ni en primera ni en segunda votación.

Por “positivizar”, por buscar algo bueno en este día de la marmota, Mariano Rajoy ha tenido que moverse, y en pleno mes de agosto, eso sí, a su ritmo, que parece que el solo corre cuando camina, porque se ha tomado sus días de descanso, pero ha entendido que tenía que hablar, negociar y pactar e incluso hacerse una foto dando la mano a quien hace unos meses ignoraba, Albert Rivera. Y en lo positivo, la tranquilidad en el PSOE, estratégica como colectivo o individual, pero tranquilidad dando la razón a su secretario general, al menos de momento.

Y con este paisaje, con lo conocido y con lo poco nuevo, llegaremos mañana al intento de investidura de Rajoy que, esta vez, tampoco va a servir para nada, aunque parece que de esto solo se han dado cuenta los atónitos y asqueados ciudadanos.