Como decíamos ayer
Como decíamos ayer, y ayer era julio, España necesita un gobierno. Y como decíamos anteayer, y anteayer era el mes de marzo, España necesita un gobierno. A menos que pretendan que estemos votando hasta que volvamos al bipartidismo
Como decíamos ayer
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Madrid
Como decíamos ayer, y ayer era julio, España necesita un gobierno. Y como decíamos anteayer, y anteayer era el mes de marzo, España necesita un gobierno. A menos que pretendan que estemos votando hasta que volvamos al bipartidismo, y así terminaríamos de una vez con el bloqueo pero acabaríamos también con la clara y contundente voluntad de cambio que dos veces en seis meses los españoles hemos expresado en las urnas.
Mariano Rajoy se presenta mañana por fin a la sesión de investidura con 170 votos. Le faltan seis. Y nadie quiere dárselos. El candidato que lleva arrastrando los pies todo el verano, esperando que alguien le regale la investidura, tuvo finalmente que dar su brazo a torcer y sentarse a negociar con los únicos dispuestos a hacerlo, con Ciudadanos. Tuvo que convocar una sesión de investidura sin garantías de ganarla después de haber llamado de todo a Pedro Sánchez por hacer lo mismo. Tuvo que firmar un pacto anticorrupción, lleno de cuestiones discutibles, sí, pero donde se dice que hay que investigar en el parlamento la financiación irregular de su partido. Y tuvo finalmente que sentarse ayer a una mesa con Albert Rivera, darle la mano mirando para otro sitio y desgranar el acuerdo con gesto y voz cansina en una rueda de prensa posterior. Con preguntas. No parecía un triunfador y eso que el acuerdo es un éxito para él y para su partido, que por fin puede decir que ha pactado algo con alguien, y porque no es lo mismo acudir a la investidura con 137 escaños que con 170.
Sobre el documento del acuerdo, pocas sorpresas, es un programa de gobierno de derechas, con una pátina social inevitable ante la situación del país y que Ciudadanos ha incorporado de su pacto de marzo con el PSOE. Una presión más para los socialistas. Propone el texto la dación en pago y paralizar la LOMCE, y algunas medidas interesantes sobre innovación financiera para empresas pequeñas y mejora de los autónomos, además de otras cuestiones concretas donde se ve la mano de Luis Garicano. Pero hay propuestas tremendas como que para combatir la desigualdad en vez de subir el Salario Mínimo Interprofesional se pretenda subvencionar con dinero público los salarios de miseria. Es lo que llaman el complemento salarial. Una ayudita del Estado, como la beneficencia, un cheque al hacer la declaración de la renta, a cambio de seguir cobrando salarios a la cola de Europa. Sorprendente también que se considere un avance que el gobierno de los jueces se ponga en manos corporativas que les parecen más fiables que las suyas propias, las de los partidos elegidos en las urnas.
Aunque lo relevante del pacto es el pacto en sí mismo. Teniendo en cuenta que estas medidas necesitarían para ser aprobadas una mayoría parlamentaria que los firmantes no tienen, todas son susceptibles de muchos cambios. El pacto es lo relevante, tan relevante como lo fue en marzo el del PSOE-Ciudadanos que el PP no apoyó ni absteniéndose.
Y es que sin pactos no habrá legislatura ni ahora ni después. Y es de suponer que nadie quiere disolver la democracia. Esta especie de cuanto peor, mejor en el que muchos en España parecen instalados sólo perjudica a quienes más necesitan de políticas públicas, a la gente sin una cuenta corriente llena de ceros que no puede esperar a que haya un gobierno central que dote a las Comunidades Autónomas, por ejemplo, para que puedan asumir las competencias que tenían los ayuntamientos en materia social y que ahora nadie financia.
Hoy muchos señalan a Albert Rivera y sus contradicciones. ¡Claro que Rivera ha hecho una contorsión espectacular! Del “ene, o, con Rajoy no”, a la foto de ayer, podíamos estar horas sacando cortes de nuestra fonoteca. ¿Pero a qué le llamamos exactamente pactar? ¿A qué se refieren exactamente los que reclaman pactos a gritos y se escandalizan cuando para alcanzarlos los firmantes se mueven de sus posiciones iniciales? Rivera huye de la irrelevancia convirtiéndose en imprescindible a derecha e izquierda y, de paso, queriendo o sin querer, blanquea a un Rajoy en permanente huida hacia delante desde el año 2008. Y que tiene a su partido, el PP, con un año judicial de infarto por delante. Repugna a la democracia asumir que el partido en el gobierno se vea en el banquillo, sí. Pero o alguien saca un conejo de la chistera o a eso vamos.
Así que Rajoy acude con un pacto mañana al Congreso y con 170 síes. Le ha costado dos meses de verano entender que si no se sentaba con Ciudadanos se tenía que ir a su casa. Esperemos que no le cueste tanto comprender que los votos que le faltan se ganan proponiendo y cediendo. Escucharemos atentamente su discurso. Él quiere ser investido, suya es la responsabilidad de conseguirlo.
Pero no nos engañemos, al reloj de arena del PSOE se le queda vacía ya la parte de arriba. Cuando el viernes hayan dicho dos veces no a Rajoy, Pedro Sánchez, el Comité Federal, los barones, todos los que marcaron las líneas rojas en enero tienen que aclarar si están dispuestos a explorar un gobierno alternativo, si apuestan por unas nuevas elecciones, o qué debe ofrecerles el PP para ir del no a la abstención. Seguir calladitos, escudándose en que es el tiempo de Rajoy va a ser imposible ya. Aunque haya elecciones en Euskadi y Galicia. Cuando hoy se cumplen 308 días sin gobierno, después de dos elecciones, seguir callados es una falta de respeto que no se merecen sus militantes, ni sus votantes.