Lacónico
El presidente en funciones hizo un discurso sólo para recordar a los asustados por los cambios, que él, ese señor mayor y previsible está ahí. Un discurso monocorde, autocomplaciente
La opinión de Pepa Bueno: 'Lacónico'
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No sabemos si Rajoy acabará siendo de nuevo presidente del gobierno. Lo que ayer quedó claro es que Rajoy no está dispuesto, no puede, o no quiere adaptarse a la situación en la que le dejaron las urnas y a la realidad política y social que vive España. El presidente en funciones hizo un discurso sólo para recordar a los más preocupados por la situación que él, ese señor mayor y previsible, está ahí, y que está con más votos que los demás. Hizo un discurso monocorde, autocomplaciente, sin mencionar ni defender apenas el contenido del pacto con Ciudadanos, y sin hacer ningún esfuerzo extra por atraerse a los socialistas. La única novedad fue que no empleó su tono displicente e incluso faltón de otras ocasiones. Aunque en el fondo, su puesta en escena parecía decir: “Sé que me van a rechazar, pero esto es lo que hay, señores… Es lo que hay ahora, en octubre, o en diciembre, si hubiera que repetir elecciones”. Como si el apoyo se le debiera y no tuviera que pelearlo porque enfrente tiene, vino a decir, un guirigay de incompatibilidades.
A las nueve se reanuda la sesión de investidura con Pedro Sánchez, luego Pablo Iglesias, Albert Rivera y el resto de los grupos. Veremos si en las réplicas el candidato popular cambia de tono y el fondo. Ayer le dedicó, por ejemplo, 2 minutos de 82 a la corrupción, su talón de Aquiles. Y hoy los demás, claro, van a intentar que baje a esa arena.
Muy atentos habrá que seguir también el discurso de su socio, Albert Rivera. Rajoy no lo mencionó, a Rivera, ni una vez. Le dio las gracias poniendo los 32 escaños de Ciudadanos en el mismo plano que los unipersonales de Coalición Canarias o de Foro Asturias. Y no defendió el contenido del pacto que Rivera había presentado el domingo como la vuelta de Montesquieu a la política española. Vimos muy serio a Rivera y asombrado y muy crítico a su equipo, después. Decían que “qué poca sangre tenía el candidato”.
Y es que la sangre sólo pareció fluir por sus venas al hablar de la unidad de España. Un Rajoy inflamado, sin aportar soluciones al modelo territorial y en un tono que le enfrentó también con el PNV, otra de las formaciones que hipotéticamente podía auxiliarlo para ser investido si no ahora, quizás más adelante.