Rajoy y Casillas

Madrid

Anoche pasó por El Larguero el nuevo seleccionador de fútbol, Julen Lopetegui, y se esforzó en explicarle a Manu Carreño –bueno, en intentar explicarle- cómo Casillas podría volver algún día a la selección. Fue un gesto de respeto –sin duda- y de cariño, pero la frase auténtica la había pronunciado -también en El Larguero- el gran Michael Robinson: “el fútbol español –dijo- tiene que prepararse para la vida post-Iker”. Bueno, algo de eso me ronda por la cabeza contemplando el bucle infinito y perverso en el que anda metido hace tantos meses la política española y cuya prueba del nueve es el debate de investidura. ¿Y si la solución fuera prepararse para la vida post-Rajoy? ¿Y si resulta que el tapón es él? Esa sí sería una manera de estrenar el futuro.

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Porque es verdad que ha sido el más votado en dos elecciones consecutivas, pero también que ha sido incapaz de tejer mayorías suficientes; y esto no tiene pinta de cambiar, ya que el lastre infumable de la corrupción y los cuatro años de rodillo parlamentario, de mayoría absoluta le ponen muy complicado buscar aliados, hacer amigos. Yo no digo que sea justo o injusto; es más, luego podremos pensar –o decir- que Pedro Sánchez es un desastre, Pablo Iglesias un notas y Albert Rivera un veleta. O que el portavoz de Esquerra Republicana, Joan Tardá, parece que se haya fumado algo. Pero quien tiene de verdad la clave para desatrancar todo esto lío es el propio Rajoy, con algo tan simple como retirándose. Cosa que no hará, desde luego, porque ese tono sobrado, arrogante –disfrazado de ironía- que ha exhibido hoy en el Congreso no apunta precisamente en esa dirección. En fin, es una pena que Casillas perdiera la oportunidad de haberse retirado de la selección por su propio pie. Lo de Rajoy no es una pena; puede convertirse –si no lo es ya- en un problema mayúsculo