Poco Pundonor

Madrid

La presidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor, está abrasando en pocas semanas la reputación que tuvo como una política conservadora moderada y eficaz, al utilizar sin recato un cargo institucional que la convierte en la segunda autoridad del Estado en un instrumento sectario al servicio ni tan siquiera de su partido sino de los intereses de dos únicas personas, Mariano Rajoy y Luis de Guindos. Es una pena que la señora Pastor sacrifique su papel institucional con tanta desenvoltura y tan poco pundonor.

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Actuaciones como la suya producen un daño irreparable en las instituciones y deberían caer como una losa sobre el futuro político de quienes las protagonizan. Seguramente no será así, pero eso no quita para que la decisión de la señora Pastor de jugar con el reglamento y alejar la comparecencia en pleno del señor De Guindos no simbolicen lo peor de la política sectaria: poner irresponsablemente en riesgo el prestigio de las instituciones.

No estaría mal que una de las primeras cosas que hiciera el nuevo parlamento fuera reformar el reglamento de la cámara a fin de que en el futuro ningún presidente pueda impedir que el Congreso debata rápidamente de aquello que inquieta y preocupa a los ciudadanos.

Nada hace más daño al Parlamento que su alejamiento de lo que inquieta a la sociedad, la sospecha de que es incapaz de conectar con esa sociedad. No es un recelo nuevo: baste recordar que el Congreso español no ha sido capaz de investigar que ocurrió con las cajas de ahorro, y por qué los ciudadanos no hemos recobrado más que dos mil millones de euros de los más de cincuenta mil millones que salieron nuestros bolsillos para tapar aquel agujero.