Los elogios a Urkullu

Madrid

Los elogios se vuelcan sobre Urkullu, que ha pasado a ser el paradigma del buen juicio y la mesura. ¿Es solo que se quiere seducir a quien tal vez se necesite? ¿Se pretende mortificar con esos elogios los excesos del nacionalismo catalán? ¿O es que las posiciones del nacionalismo vasco que defiende Urkullu han pasado de pronto a ser entendidas como razonables?

Si fuera esto último estaríamos dando algunos pasos inesperados hacia el entendimiento de la España plural, porque Urkullu habla de nación, del derecho a decidir, habla de soberanía compartida. Y nadie se abalanza sobre él porque, se dice, rechaza la unilateralidad y propone como única vía el pacto.

Si esa sorprendente comprensión no fuera fingida o coyuntural, y si el independentismo catalán no se hubiera lanzado al vacío, aún podríamos abrigar la esperanza de abordar el endiablado problema territorial con cordura, y llegar a entender el principio de simetría entre comunidades como un concepto, no como un molde, y España podría verse en el espejo como es de verdad, y confeccionarse ropas de su talla, y podríamos fin a la mayor de nuestras paradojas, que 45 millones de listos no paremos de hacer tonterías.