Ganar por la mano

Madrid

Pedro Sánchez ha optado, en el fondo, por la única salida que tenía: recurrir a la militancia para intentar renovar su confianza como secretario general y convocar un congreso express que deshabilite al Comité Federal y le permita manejarse con mayor libertad en las conversaciones con los distintos grupos soberanistas catalanes, cara al renovado intento de formar lo que él denomina un "gobierno de cambio". No tenía muchas más posibilidades, excepto, claro está, la dimisión, algo que los políticos de la generación de Sánchez parecen haber descartado desde el mismo momento en el que decidieron dedicarse a la política.

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De Sánchez, sus compañeros de partido dicen muchas cosas, pero no que no sea audaz y que no tenga una estrategia para intentar mantenerse en el poder, mientras que sus críticos no parecen ser capaces de diseñar un camino que les lleve a su objetivo. Su secretario general les suele ganar por la mano: ayer, por ejemplo, consiguió con bastante éxito llevarles a su campo: el debate público socialista no se planteó en ningún momento sobre los malos resultados electorales del PSOE, sino, una vez más, sobre la posición socialista respecto a Mariano Rajoy. El foco no estaba en las capacidades del secretario general, sino en un pretendido debate sobre el PSOE como partido subordinado al PP, que se abstiene en la investidura, o como partido autónomo que mantiene el "no es no". Desde luego es una estrategia mucho más efectiva que la de sus críticos.

Por lo demás, en el otro lado, Mariano Rajoy siguió a lo suyo, preparando unas terceras elecciones y sin moverse aparentemente un ápice de sus posiciones. Ayer incluso dijo expresamente que estaba en el mismo punto que el 20 de diciembre del año pasado y que no pensaba que tuviera que cambiar. Eso es lo que se llama ser conservador.