Ponme tan cachonda que no quede otra

Madrid

Sedúceme y déjame que te seduzca. Si tenemos la más mínima intención de que esta noche pasemos a palabras mayores, empieza a armarte con artillería pesada para que yo no tenga escapatoria. Mis asuntos de cama no son ninguna guerra; no aspiro a ser inalcanzable, pero si vamos a hacer algo más que contarnos nuestra vida o brindar por la cándida adolescencia, pon en marcha todas tus neuronas y haz que desee que tú y yo explotemos en la cama.

Empieza por ligarte los recovecos de mi pensamiento. Será en mi cabeza donde primero te imagine entre mis piernas. Haz que desee tus besos antes de que busque tu boca con la mía. Prometo ser yo misma la que acerque tus manos a mi cuerpo, mis manos al tuyo; capaces seremos de recorrernos encima de la ropa conociéndonos para después sin ella simplemente reconocernos. Excítame hasta las corvas. Haz que me tiemblen las rodillas antes de que las hinque en el suelo para rendirte la más absoluta de las pleitesías. Desnúdame; déjame desnudarte. Restriega tu piel contra la mía, busca mis huecos y lame mi hornacina, venerando el altar que tengo en la entrepierna.

Ponme tan cachonda que no nos quede otra.

Dejémonos de guerras; firmemos la paz rubricándola con nuestros gemidos.