Lo peor

Madrid

Una imagen vale más que mil palabras. Al llegar al juzgado, un acusado en el caso de las tarjetas black exigió airadamente a un policía que desalojara a los preferentistas que le increpaban desde la acera. El policía, joven, delgadito, más bajo que su interlocutor, se encogió de hombros y le contestó que los manifestantes tenían derecho a estar en la calle y que él no estaba allí para defenderle.

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En el interior se celebraban dos juicios simultáneos. En el de la red Gürtel, el Partido Popular se sienta en el banquillo. En el otro, los carnés están más repartidos, pero los principales acusados están también ligados al partido que ahora dice que la abstención del PSOE no le vale, que quiere un pacto más amplio para prolongar su estancia en el poder. Si no fuéramos españoles, no comprenderíamos la exhibición de arrogancia de unos acusados que deberían sentirse con el agua al cuello. Como lo somos, dudamos del agua, y más aún de la fragilidad de algunos cuellos por los que resbalan todas las sogas. Pero mientras el PSOE duda entre el cianuro de unas terceras elecciones y el fusilamiento de la abstención, me pregunto si algún socialista sigue creyendo que un gobierno alternativo ha representado alguna vez un escenario peor que este. Porque ningún policía les va a librar de las presiones del PP, y el único candidato que podría mitigar la debacle sería, si acaso, el héroe del no, el mártir de Ferraz, o sea, Pedro Sánchez. No es de extrañar que el PP se haya venido arriba. El PSOE ha transformado la pesadilla de la Gürtel en un sueño dulce, reparador.