"La policía nos dijo que nos tomásemos la agresión como una especie de piropo"
No computan en las cifras de violencia de género, sin embargo el acoso callejero al que se ven sometidas muchas mujeres es una constante. Ponemos nombre propio a algunas de las historias
Madrid
May Cantillo describe con precisión aquellos metros. Parece recordar perfectamente los pasos previos a aquel encontronazo; los recuerda porque aquel momento marcó su vida. A partir de entonces, cuenta , ya no es capaz de ir sola de noche por la calle. Incluso cuando no es de noche, pero camina por una zona solitaria, un año y tres meses después, se sigue encontrando tensa. Era un viernes de agosto, había salido a tomar algo con sus amigos y se dirigía ya a su coche para marcharse a casa. " Giré dirección a Santa Ana y un individuo me dijo algo así como ¨vente, preciosa, vamos a tomar algo¨". Ella le ignoró y, viendo que la seguía, empezó a caminar rápido, asustada, evitando correr. "Entré en un estado de ansiedad tal que me perdí, ya me daba igual llegar a mi coche, solo quería encontrar una zona en la que hubiese gente. Al cabo de unos diez minutos llegó a un bar en cuyo exterior estaban acodadas un par de parejas. Una vez llegó, el individuo corrió en dirección contraria".
A pesar de todo, asegura que lo que más le dolió fué la indiferencia, la incomprensión de su gente, que a sus 34 años le preguntaron aquello de que si iba sola por la calle de noche. "Me estaban culpabilizando, una vez más culpabilizaban a la mujer .Me hizo más daño la reacción de mi entorno que el individuo que me estuvo siguiendo. Si esto le pasa a un hombre, la culpa es del "agresor", si le pasa a una mujer la culpa se traslada a ella. Yo he dejado de sentirme con derecho a ocupar el espacio público"
Claudia Segundo describe como "una de las peores experiencias de su vida" algo que pasó hace unos meses. Salía con una amiga de una discoteca y, camino a casa, un hombre empezó a seguirlas. " Nos preguntaba cosas, nos quería dar dos besos y se puso a caminar a veinte centímetros de nosotras durante dos manzanas. Tuve que amenazarlo con la policía para que me dejara tranquila". Cuenta que no lo denunció porque prefirió olvidarlo, pero que se sintió muy impotente e insegura. "Nos sentimos objetos a diario, cuando se quedan mirando fijamente mientras pasas o te gritan cualquier ¨piropo¨. Es cotidiano"
Más reciente es lo que le sucedió a Amaia- nombre ficticio porque prefiere no dar a conocer su identidad-, solo hace dos semanas. Era miércoles y se montó a eso de las diez y media en un tren de cercanias que la llevase de Getafe a Madrid, donde vive. En el vagón solo estaban ella y otra joven de unos 18 o 20 años. Un día cualquiera en un trayecto cualquiera. En la parada de Villaverde Bajo, a unos 8 minutos de Atocha, se suben doce chicos de unos 30 años. "Había españoles y latinos y cuando me vieron empezaron a darse codazos. Se dividieron; siete de ellos vinieron hacía a mi, los otros fueron hacía la otra chica. Me rodearon y empezaron a manosear...las piernas, la mano"
LAS VOCES DEL ACOSO EN LA SER
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Cuenta con verguenza que uno se sacó el pene del pantalón e intentó hacer que se lo tocara, que se lo acercaron a la boca entre improperios varios. Consiguió zafarse de ellos y llevarse a la otra joven, en circunstancias similares. "Ella lloraba, desesperada, no entendía lo que estaba pasando, mandé mensajes de whatsapp a todos mis conocidos y siguieron increpándonos". Cuando llegaron a la estación de Atocha se bajan y ven que algunos de los chicos siguen sus pasos. Amaia saca una foto en la que aparecen varios de ellos; la agarran intentando que le entreguen el móvil. Finalmente localizan a dos policías y les cuentan lo sucedido. Ellos ven a los agresores en retirada y "nos dicen que si no nos ha pasado nada y estamos bien, que no pueden hacer nada, que lo mejor es ir a casa y olvidarlo. Es más, que nos lo intentásemos tomar como un piropo, que cuando una mujer huele bien y va bien arreglada es normal que un hombre intente manifestarlo de alguna manera ". A pesar de la incomprensión y la falta de atención que encontraron por parte de las autoridades en la estación de tren, el día siguiente va a una comisaría y denuncia los hechos. Cuatro días después la llaman para ir a reconocer a dos detenidos.Eran ellos, y tenían antecedentes por violencia sexual.
Raquel López ha estado de Erasmus en Francia. "La imagen que tenemos de Francia es la de un país muy avanzado e igualitario, un país en que no sucederían cosas como estas. Sin embargo, no es lo que parece, ni mucho menos" asegura. "Para empezar, en una reunión informativa, nos dijeron que no nos aconsejaban salir solas a partir de las ocho de la tarde y que evitásemos llevar faldas cortas o escotes pronunciados. Nos culpabilizaban, nos estában diciendo que nuestra forma de vestir era la que podía desencadenar situaciones de abuso".
Cuenta que siempre que salía hasta tarde se quedaba en casa de sus amigos y que nunca volvió tranquila de casa porque ya le habían metido el miedo en el cuerpo. Habló con chicas francesas y le aseguraron que era el ambiente habitual en las grandes ciudades. "La sensación de acoso y miedo- de acoso verbal de forma constante- era mucho mayor que en nuestro país. En Madrid me siento más segura"
Irene ha vivido en distintos paises nórdicos, pero ha pasado la mayor parte del tiempo en Suecia. "Son paises con una cultura mucho más igualitaria", aunque la violencia y la forma en que se produce es muy similar a la de aquí. Las cifras, en algunos casos, son incluso superiores a las de España pero es porque allí son mucho más sensibilizados y existe otra percepción de lo que constituye la violencia. Además, los jóvenes están más concienciados gracias, en gran parte, al sistema educativo
Carmen Martín vivió durante cinco meses en Coventry, Reino Unido. "La situación que viví allí fué muy diferente en la que vivimos aqui cada fin de semana. Allí son más respetuosos con las chicas. Alguna vez me aparté de un grupo de chicos cuando iba sola por la calle, acostumbrada a hacerlo aquí alguna que otra noche...y en ningún caso me dijeron lo más mínimo. Con esto no quiero decir que sean los más igualitarios y respetusos, ni mucho menos". Si cambiamos la calle por otro escenario, una discoteca, hay alguna chica que nos ha contado que, aprovechando la oscuridad y la gran cantidad de gente, le han llegado a introducir la mano por dentro del pantalón, incluso por debajo de la ropa interior
No suma en las estadísticas de violencia de género, no computan como tal, porque en la inmensa mayoría de las ocasiones las chicas no denuncian. Por miedo, por desconfianza...-El ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad aconseja poner cualquier caso de acoso en conocimiento policial-. Sin embargo son fruto de la misma raíz, de una concepción y de una forma de entender la sociedad en la que el hombre puede disponer a su antojo de la mujer; del derecho a humillarla, a utilizarla amparado por el anonimato que ofrece el grupo, protegido por la impunidad y por su fuerza física. La incomprensión, la indiferencia y la culpa son los principales sentimientos a los que se enfrenta la mujer, tanto en los casos de violencia machista que se producen de forma continua y en una relación de pareja como en las que se producen también de forma continua pero entre completos desconocidos.
No es la primera vez que se escribe sobre esto y, probablemente, tampoco será la última. De hecho, se han llevado a cabo algunas campañas contra el acoso, como la que representa el corto francés que acompaña este reportaje. Situaciones como estas se producen cada día, pero no por ello deja de merecer la pena contarlas, como muestras de la realidad, porque para cada una de ellas representa un episodio que marca su vida.