Beber y follar
Siempre es grato descubrir que La Tana no tiene la más mínima intención de disimular. Ni de fingir.
Madrid
Leía el otro día en El País que el wonderbra está de capa caída. Que ya no está de moda ponerse las tetas en la boca, que se acabaron los sostenes con relleno y que los escotes empiezan a parecer inapropiados en esta pasarela en la que se ha convertido nuestra vida.
Yo me alegro, sí. Me alegro infinito porque tengo las tetas pequeñas, los hombros y las caderas anchos, calzo un 39 y medio de pie y dejémoslo en que no soy precisamente pequeña. Intentar parecer un ángel de Victoria's Secrets me pilla lejos; pretender pasar desapercibida no lo he conseguido ni siquiera a los quince. No formo parte del guion de tías buenas que suponían. No cumplo los parámetros para que me imaginen mientras juegan a saciarse ¡Afortunadamente! Me viene fatal que me consideren una mierda de objeto sexual. Pero no sufran. Es más que probable que ni siquiera pretenda caerles mejor de lo que merezco y de lo que ustedes serían capaces de perseguir.
La carne me gusta porque sí. El sexo porque puede. Soy de las que abandonan marido porque ya no lo aman o dejan de luchar por el que idolatran. Semejantes melodramas sí que están en el argumento en el que escribo mi vida. Porque la rubrico yo; nadie tiene la potestad de hacerlo. Así que aprieto culo, afilo tacones, me niego a dejar de follar y reniego de los que creyeron que ocultaría mis canas.
Es lo que tiene que los próximos que cumpla sean los 45 años y que no esté dispuesta a mentir ni a fingir.
Sea lo que sea que merezca… ¡Que Venga! Abriremos una botella de amontillado en La Venencia y brindaremos.
Solo faltaba.