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Follar sin mentir

Si hay algo que enerva a la Tana son las mentiras. Tanto que ha dejado claro que no piensa follar si hay mentiras de por medio.

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Madrid

Como si no pudiera. O como si no supiera. A veces hay quien me trata así, como si estuviera incapacitada para tomar mis propias decisiones. No ha faltado quien me llamara estridente, ni los que me calificaron de loca de atar. Los tengo que repiten casi a diario que, por mi carácter, mereceré quedarme completamente sola, presuponiendo que eso me entristece más que la mentira de ciertas compañía. Ahá. Será. Será que no me da la gana de aguantar a quien detesto. Será que no soy tan cínica como para dejarme seducir por quien no me interesa. Será que valoro el tiempo y la pérdida del mismo me saca de quicio.

Será que no sé mentir. No que no pueda o que no sepa. Que no me da la santa gana de decir lo que otros quieren escuchar.

Hay quien elige mentirse a sí mismo. Yo no perdono a quien miente sin más.

Si tuviera que escribir el nombre de todos los amantes que han pasado por mi cama, fijo que se me escapaba alguno. No me he preocupado en la vida por comprar cortinas, lo que hace que más de uno tema ser descubierto a altas horas de la madrugada donde se supone que no debe estar. Mis camas están siempre junto a ventanales inmensos; me gustan las buenas vistas si vamos a follar. Tiento a la suerte de fomentar una ventana indiscreta desde la que me espíe quien no sacará rédito de mí. El mismo curioso que, a cambio, pondrá nervioso a mi acompañante, quien seguro mintió para enredarse entre mis sábanas y beberse mi entrepierna.

Los hubo casados, los hubo con hijos, los hubo con pareja estable y alguno que ¡qué bien! De repente encontró al amor de su vida. Los hubo de más; los eché también de menos. Quiso la buena fortuna que me negara a mantener las mentiras, ni siquiera las propias, y que me obligara a ser consecuente con cada uno de mis errores. De los hombres a los que no amé pero mantuve; de las mujeres que deseé y me contuve. De los amantes de medio pelo, de las pasiones a medio gas. Hasta de la mediocridad se aprende. Qué mala suerte tienes de que folle sin mentir.

Nunca hagas una pregunta cuya respuesta no estés dispuesto a escuchar. Al menos a mí. La honestidad es un trabajo muy duro. Lo mejor, es sentirse orgulloso de tenerla por bandera.

 
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