Sexo por compasión

Madrid

Por diferentes motivos esta semana he tenido unos cuantos sobresaltos. Una noche no dormí en mi cama, otra maleé con quien no debía, otra más me excluyeron de una fiesta en la que me habría encantado estar y la última tuve la suerte de resarcirme por todas las mierdas que me salpicaron. Había que compensar, señores. Había que ponerse las tiritas en cada uno de los cortes, limpiar bien con el yodo las heridas y suplir cada dolor de cabeza como corresponde: provocando que la sangre circulara a toda pastilla.

Nos iría mucho mejor si fuéramos capaces de dejar en el camino a los que impiden que sigamos adelante. Tengamos un mínimo de orgullo. Aunque solo sea porque nos lo merecemos.

No volver a ver a los amantes que ya no nos quieren. No volver a quedar con los que sonríen ante nuestras miserias. No brindar nunca más con los que fingieron no querer echar cianuro en el resto de las copas. No follar siguiendo los preámbulos efectivos que dejaron hace mucho de ser efectistas. Poner un poco más de nuestra parte exigiendo lo mismo a los demás. Permitiéndonos lo que merecemos y olvidándonos de la autocompasión.

Es más que probable que mis dotes folladoras sean la mitad de buenas de lo que me gustaría. NI siquiera tengo tan claro que se me recuerde pasado el calentón.

Lo único que puedo decir en mi defensa es que hace tiempo que dejé de fingir. Ya no entiendo de sexo por compasión. Ya no sé dar la razón a quien no la tiene.

Igual que celebro darme de bruces con quien pueda sorprenderme. Y fíjate, nadie dijo nunca que no fueras a ser tú.