El que venga detrás que arree

Madrid

Ahora que ya sabemos que no habrá reforma constitucional, se desvanece la esperanza de que la política española levante el vuelo por encima de sus minucias rasantes. No sólo no hay consenso para la reforma, no hay el menor propósito de sumar fuerzas para intentarlo.

Así pues, la Carta Magna seguirá viendo cómo se pudren sus artículos muertos y no podrá vivificarse con sangre constitucional fresca. Los grandes asuntos pendientes, pendientes seguirán, aunque no habrá forma de esquivar el tema catalán, que en 3 meses entrará en ignición, y que Soraya Sáenz de Santamaría, mejor tarde que nunca, intenta desactivar a la carrera.

Se diría que la política española se conforma con ir tirando y poniendo parches a la espera de que algún día aparezca una generación con agallas, como la muy denostada de la Transición, para vérselas con palabras mayores. Por el momento nos distraeremos con culebrones de nombres propios: Susana Díaz, Sánchez, Errejón, Iglesias, Arrimadas, Rivera y las grandes galas de los Congresos del PP y de Podemos y más adelante del PSOE con su entretenido acompañamiento de tweets, retweets, zascas y gran surtido de declaraciones mientras Rajoy lleva la contabilidad. El mensaje para la historia de la actual generación política es muy claro: el que venga detrás que arree.