Habla Aznar y sube el pan

Madrid

Quizá mañana podamos hablar de los nombramientos de Trump, y no digan que este Ojo no les avisó, pero permitan que hoy nos quedemos en casa, que ha salido a la palestra, tanto tiempo calladito, con lo felices que estábamos, nuestro inefable figurante en el trío de las Azores, el único, el auténtico, José María Aznar.

¿Y qué ha hecho el gimnástico milhombres para merecer nuestra atención? Pues regañar a los suyos desde aquella atalaya en la que solo se sitúan los más fatuos del lugar, creídos como están de su superioridad moral o intelectual. Porque hay que tener cuajo para criticar un posible acercamiento a Cataluña –posible, solo posible, que ya hablaremos de ello- quien hace algunos años no tuvo empacho en postrarse a los pies del malvado Pujol, ese indeseable, y convertirse en el hazmerreír de la parroquia con aquello de hablar catalán en la intimidad.

Claro que nada extraña en quien se cebó de forma mezquina con el gobierno de Zapatero por las conversaciones con ETA, cuando él mismo las había promovido pocos años antes, tras calificar en público, con micrófonos y de manera solemne de Movimiento Vasco de Liberación a la banda terrorista y acercar a los presos etarras, gesto al que se opuso con uñas y dientes cuando gobernaron los socialistas.

¿Oigo actitudes miserables en la sala? Eso lo han dicho ustedes.