La ONU y Teresa de Calcuta

Madrid

La última reunión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, esta misma semana, no tuvo desperdicio. Se trataba sobre la situación en la ciudad siria de Alepo, donde los bombardeos del gobierno y de sus aliados rusos y los asesinatos que cometen las tropas del presidente Bachar Al Assad aterrorizan a la población civil. La embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Samantha Power, criticó muy duramente al gobierno sirio y a sus aliados: “¿No tienen ustedes ni un ápice de vergüenza?”, les dijo.

“Ustedes tienen la responsabilidad por las atrocidades contra la población civil que están ocurriendo día a día en Alepo y son ustedes los que provocan una crisis sin precedentes al impedir que se evacue a los inocentes que están siendo víctimas de una matanza”. La señora Power insistió en que cuando finalmente se sepa el alcance de la masacre que está teniendo lugar en Alepo, el presidente Bachar Al Assad y sus aliados no podrán eludir esa responsabilidad porque saben perfectamente lo que está ocurriendo ya que son ellos quienes lo organizan o alientan. “¿Son ustedes verdaderamente incapaces del menor sentimiento de vergüenza?, literalmente, ¿no hay nada que le de vergüenza?”, espetó Samantha Power.

La respuesta del embajador ruso fue airada: “Pero usted, ¿quién se ha creído que es, la madre Teresa de Calcuta?, ¿a qué país representa usted, ¿ni fue acaso Estados Unidos el que invadió Irak?”, pues así están las cosas. Nadie es capaz de parar al salvaje gobierno sirio ni a sus aliados rusos. Probablemente, la madre Teresa de Calcuta, si estuviera viva, hubiera sido más efectiva que la ONU.