¿Existen los niños malos?
Alberto Soler, psicólogo infantil, explica porqué no es correcto hablar de niños 'buenos' y 'malos'
Madrid
Los Reyes Magos solo paran en las casa de los niños buenos. Pero, ¿existen realmente ? ¿Y los malos? Alberto Soler es psicólogo infantil estuvo en la IV edición del “festival por educación” Gestionando Hijos, un evento que tuvo lugar el pasado mes de diciembre en Madrid y en el que Soler participó con la intervención ¿De verdad hay niños buenos y niños malos? Y la respuesta es no: “Los niños malos no existen, los niños buenos tampoco; lo que sí existen es lo que nosotros etiquetamos como bueno o como malo”, sentencia Soler, que además es padre de dos niños.
“En psicología se considera que una persona no es de una manera concreta y estable hasta los 18 años porque se considera que, hasta entonces es un ser humano en evolución, en pleno desarrollo”, explica Soler. Así pues, los niños malos son “técnicamente” imposibles.
Al cerebro le gustan las cosas sencillas, los esquemas fáciles. Ser es una palabra peligrosa, y la división entre buenos y malos hace un flaco favor a los pequeños: “Es sencillo etiquetar a un niño como malo cuando se comporta de una manera que consideramos no adecuada, y esto es peligroso porque, al final, acabamos comportándonos de acuerdo a esas etiquetas”, explica Soler.
Y es que la realidad se construye, muchas veces, gracias a las expectativas que nuestro cerebro proyecta; en este sentido, los niños malos son una construcción de nuestra sociedad: “Las etiquetas que ponemos a nuestros hijos hacen que nosotros les acabemos dando un trato diferenciado; como consecuencia, los niños que etiquetamos como buenos acaban encajando más en ese grupo y aquellos que, erróneamente, catalogamos como malos acaban encajando aún más en esa etiqueta”, señala Soler.
La raíz de esta “invención” se encuentra en los problemas de conciliación de nuestra sociedad: “Aquellos niños que etiquetamos como bueno son niños que son más fáciles de manejar en el día a día, y aquellos que etiquetamos como malos es porque son más complicados de manejar; y esto tiene su razón de ser en los problemas de conciliación, vivimos en una sociedad frenética en la que no se da margen para el error”, establece Soler.
Los niños no son malos, a veces, se comportan mal: “Hay que atender a la conducta, no a la persona; y si queremos corregir un comportamiento que consideramos no adecuado debemos hacerlo de forma proporcional y específica”, aconseja Soler. Esto es, tratando la conducta como un caso aislado y relativizando la importancia.
La clave está en pensar en el largo plazo: “Cuando nosotros pensamos que ese niño luego se va a convertir en un adulto, ¿vamos a querer que ese niño sea fácil de manejar? Entonces vamos a ver menos malas esas características que atribuimos a los niños malos, por eso hay que corregirles pero también animarles a que hagan valer su voz”, resuelve Soler.
Así que, perdonen susMajestades Melchor, Gaspar y Baltasar, ya no tienen excusa; eso de los niños malos ha pasado a la historia.