Un servidor público enfadado

Madrid

En el Reino Unido se llama “Civil Service” a lo que en España es la función pública y “civil servant” al funcionario. La traducción literal seria “servidor público”, una idea bastante más expresiva que la de “empleado público” que se usa a menudo en español como sinónimo de funcionario. El servidor público británico, según se define a sí mismo en su estatuto, ayuda a mantener al Reino Unido próspero y seguro y apoya al gobierno de turno para llevar a la práctica sus compromisos, pero lo hace siguiendo “los principios de integridad, honestidad, imparcialidad y objetividad”.

Como en todas partes, no es oro todo lo que reluce en el Civil Service británico y hay también un porcentaje de incompetentes y de deshonestos, pero aun así, los civil servant británicos tienen merecida fama en todo el mundo por su eficacia y carácter. Deben haber ganado esa fama porque en ocasiones sucede lo que ha sucedido esta semana: que un funcionario público, en este caso el embajador ante la Unión Europea, ha presentado su dimisión por considerar que el gobierno de su país carece de la necesaria experiencia que hace falta para encarar la negociación del Brexit.

El embajador, que se llama sir Ivan Rogers, critica así al ministro de Asuntos Exteriores y a los secretarios de Estado relacionados con esa negociación y, más aun, pide a sus compañeros que continúen sin tener miedo a los que están en el poder y que rebatan los argumentos mal fundados y las ideas confusas de sus jefes. Al parecer, el embajador dimitido está harto de que sus superiores en Londres se crean que la negociación del Brexit con Bruselas va a ser un paseo y cree que están engañando a los ciudadanos ocultando la extrema dificultad de la cosa.

Vamos, que el embajador ha puesto por delante de la política de su ministro la necesaria objetividad de su cargo público. Un placer conocerle, sir Ivan.