“Comunicar una muerte es lo más duro de mi trabajo”

Madrid

Cuando la ambulancia llega a destino se apaga la sirena y, a partir de ahí, comienza su trabajo. Detrás de cada aviso hay muchas historias de dolor pero también de esperanza. Atropellos, violencia de género, maltrato infantil o suicidios son muchos de los casos con los que se encuentran diariamente.

700 profesionales, 2.000 voluntarios y 40 vehículos atienden las más de 100.000 urgencias anuales que se dan en la capital. Son los profesionales del SAMUR-Protección Civil, un cuerpo que resuelve de manera rápida y eficaz las emergencias sanitarias que se producen en la vía pública dentro del término municipal de Madrid.

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En lo que llevamos de año SAMUR ha realizado unas 1.500 intervenciones: “Atendemos muchos avisos diarios, la mayoría por accidentes de tráfico, maltratos, paradas cardiorespiratorias o intentos de suicidio”, explica nuestra invitada. Teresa Pacheco es una de los siete psicólogos con los que cuenta la unidad de Urgencias, profesionales que trabajan y conviven diariamente con el dolor ajeno: “Comunicar una muerte es lo más duro de mi trabajo”.

Pacheco empezó a trabajar con enfermos mentales crónicos, después pasó por Cruz Roja y, por último, llegó al SAMUR donde es feliz: “Esto engancha. El contacto con la calle me lo ha dado todo.” Al equipo de psicólogos se les conoce como los “Romeo”, es su “apelativo de guerra”.

Estos “Romeo” trabajan con el dolor del alma pero están perfectamente entrenados, tienen que lidiar con situaciones extremas que a menudo les hacen llevarse el dolor a casa: “Una de las experiencias más duras es la de llamar a la puerta de un domicilio a altas horas de la madrugada para comunicar el fallecimiento de un familiar. Eso es terrible.”

El 11-M fue para ella y todo su equipo un punto de inflexión. Aquel 11 de marzo de 2004 Teresa escuchó sirenas “pero como vivo en el centro no le di importancia.” Al encender el teléfono leyó el aluvión de mensajes de compañeros comunicándole que se trasladara rápidamente a la base de Legazpi. “De allí salimos pitando a la estación de El Pozo. Después estuve en IFEMA.” El pabellón 6 del recinto ferial se convirtió en la consulta de los psicólogos que trabajaron sin descanso durante aquellos días. En Madrid se respiraba caos, dolor y muerte por todas partes. El apoyo psicológico a las familias de las víctimas fue una labor fundamental. “Aquello fue una experiencia como ninguna otra, algo así te cambia la vida. Fue demasiado.”