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Ocio y cultura

Fóllame imaginándome

¿Cómo será descubrir un cuerpo ajeno cuando solo el tacto puede dibujártelo? Parece que la Tana lo sabe…

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Madrid

Repasó con la yema de los dedos mis facciones la primera noche que nos conocimos. Recorrió mi quijada angulosa, haciéndose una idea de cuánto podían sobresalir mis pómulos, deleitándose con mi nariz interminable, reconociendo las inmensas cuencas de mis ojos. “Tienes la boca más grande que he visto nunca”, me dijo. Sabiendo que habría visto pocas, pero habría sabido imaginar todas las que hubiera besado.

Cada uno de sus dedos se diversificaba en cientos a la hora de repasarme. No quedaba otra que explorarme con las manos para saber exactamente cómo plegaba cada uno de mis dobleces. A mí aquello simplemente me derretía… Me besaba en el cuello aspirando el reguerito de olor a ámbar, escondiendo la nariz detrás de mis orejas mientras con las manos imploraba mi desnudez. Lamía mis pezones hasta dejarlos pétreos, mesando con las manos aquella entrepierna que se derretía esperando su lengua; deseando sus dedos y ansiando su bendita polla.

Seguía el rastro de mis temblores con los dedos después de cada polvo. Follábamos mirándonos a la cara. Él aguantaba y controlaba que no se le escapara la mirada. Y yo intentaba ver más allá de sus inertes retinas. Siempre dejaba la luz encendida o abría las cortinas para que entrara la claridad.”Mírate”, decía, “disfruta hasta de lo que no te gusta de ti porque a mí me gustas entera”.

Fue un placer que me imaginaran para follarme. Y un honor que me follaran imaginándome.

 
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