Circunstancias sobradamente conocidas

Madrid

Este es año de cosecha judicial, de conclusión de sumarios, juicios, sentencias, condenas y absoluciones. Después de haber elevado al infinito nuestra capacidad de asombro ante la sangría de dinero público que se ha ido por tantas alcantarillas, llega el momento de confiar al menos en que se hace justicia. Y las últimas 24 horas están resultando demoledoras.

Que un Fiscal jefe saliente de Murcia, sin ánimo de revancha por su cese ni en el tono ni en el fondo de las palabras que ayer pronunció aquí en la SER, diga que se acosa y persigue a quienes batallan contra la corrupción, que lo comunicó a sus jefes, que no hicieron nada y que al final, el apartado sea ese Fiscal que en su día se querelló contra el presidente regional, provoca no solo escándalo, sino indefensión ciudadana.

Iñaki Urdangarín puede volver ya a su casa de Ginebra y puede comparecer allí una vez al mes en un juzgado suizo mientras se resuelve el recurso de su condena de 6 años de cárcel en el Tribunal Supremo. La Justicia solo puede atenerse a la letra de la ley, pero la ley tiene que aplicarse con el máximo rigor cuando además del dinero defraudado se ha hecho un daño gravísimo a la institución de la Jefatura del Estado por parte de quien, a cambio de una vida de privilegios, solo tenía que ser ejemplar.

Para justificar que se le permita esperar en Suiza, sin fianza y sin retirarle el pasaporte, el auto de Palma argumenta que como las circunstancias de Urdangarín son sobradamente conocidas no hace falta pormenorizarlas. Es precisamente porque son sobradamente conocidas sus circunstancias, que es preciso pormenorizar en qué consiste el arraigo en España de alguien que vive en Suiza o en qué se basa el tribunal para atribuir buen comportamiento a un condenado por corrupción. Los sobrentendidos cuando hablamos del cuñado del Rey y se trata de hacer justicia, no son buenos para nadie. Porque al final, se entiende todo.

Y en el caso de las tarjetas Black, tarifa plana, todos condenados. Quien argumentó que las tarjetas eran para gastos de representación y justificó desembolsos acordes con esa función, y quien apuró la tarjeta hasta el último euro como si fuera una nómina. Quien gastó en comidas con otros agentes sociales y quien lo empleó en relojes o saunas. Entre uno y 6 años de cárcel se distribuyen las responsabilidades entre Blesa y el último consejero de la caja. La sentencia supone la primera condena para el que fue vicepresidente del gobierno, director gerente del FMI y el supuesto autor intelectual del milagro económico del gobierno Aznar. Cuatro años y seis meses de cárcel por los dispendios personales de una caja quebrada que llevarán a Rato al rosario de juicios que aún tiene pendiente con una condena en la espalda.

Pero lo más grave ahora mismo son las dudas sobre la remodelación de la Fiscalía decidida esta semana porque determinará el horizonte judicial de los casos que quedan por instruir y juzgar. Del empuje del Fiscal depende que prosperen en una dirección u otra. Y no hay Estado de derecho que resista la sospecha de que se acosa y no se protege a quienes investigan la corrupción o la sospecha de que se

Solo hay que aclarar a qué estamos jugando exactamente. Porque da la impresión de que estamos jugando con fuego en un momento de máximo descrédito de la democracia, descrédito que si no se remedia aprovecharán los oportunistas redentores para cargársela del todo. En Estados Unidos ya lo están intentando.