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Premios Oscar

Por qué nos gusta ver los Oscar

Son los premios de la Academia de Hollywood, no hablan de nosotros, premian películas que no hablan de nuestros problemas ni nuestros barrios y, sin embargo, su gala es vista por millones de espectadores, ¿por qué nos gustan tanto? ¿son ejemplos a seguir?

Fotograma de American Beauty / CEDIDA

Madrid

En geopolítica, el poder de los Estados se divide en blando o duro. El duro, hard power, es aquel que se ostenta por la fuerza, por número de tropas, de bases militares ubicadas en estratégicos lugares a lo largo y ancho del planeta. El poder blando, es aquel que consigue dominar al resto de países sin que estos se den cuenta. Un soft power que se consigue con la dominación cultural. “El poder blando depende de la capacidad de organizar la agenda política de forma que configure las preferencias de otros”, definía Joseph Nye.  Estados Unidos parece haber conseguido ambas.

Hollywood ha ayudado a que adoptemos un modo de vida, a que bebamos Coca-Cola, a que llevemos una determinada marca de zapatillas; en definitiva, a exportar su industria y una ideología completa, el American Way of Life. "Con esa expansión del sueño americano, que viene a ser una extensión de los ideales del capitalismo y del libre mercado. Y es difícil encontrar películas que vayan en contra de esto sobre todo en el mainstream", explica Ana Segoviano, profesora de Estructura de la Información en la Universidad Complutense de Madrid. Es cierto, reconoce, que sí se encuentran lecturas que cuestionen este mensaje como American Beauty, de Sam Mendes, una crítica a la división del trabajo fordista en nuestros días.

Gracias a la edad dorada del cine, todo el mundo quería ser como el protagonista de Qué bello es vivir, igual que ahora parece que todos queramos ser como los personajes de La La Land, el musical faovrito para ganar el Oscar dirigido por Damien Chazelle, que no es más que una revisión del sueño americano, aplacado en los últimos años debido a la dura crisis económica mundial, que ahora regresa con fuerza. "El sueño americano nos ha inculcado el individualismo, una idea del éxito muy individual, que depende del esfuerzo y de nosotros mismos, sin dar la importancia  que tiene a de cómo ese éxito individual depende también de toda una serie de circunstancias sociales más allá de la propia valía personal", añade Segoviano.

Hemos visto sus western hasta la saciedad, sus películas de guerra, sus cintas históricas, como Lo que el viento se llevó. ¿Por qué nos interesa sus guerras y somos reacios a hablar de las nuestras? ¿Cómo ha conseguido Hollywood que estemos pendientes de sus premios, considerada la fiesta del cine mundial, y no de los nuestros? Si leemos a Adorno y Horkheimer, filósofos alemanes, en su famoso ensayo, La industria cultural: Ilustración como engaño de masas, dirigido  contra la gran influencia de la industria del entretenimiento, el arte como mercancía y la uniformidad de la cultura.

Sin ponernos tan pesimistas como estos estudiosos de la Escuela de Frankfurt, observamos que, efectivamente, Hollywood ha monopolizado el entretenimiento y ha hecho que el resto del mundo copie sus métodos; pero también hay otros relatos, americanos o del resto del mundo, que consiguen colarse en la ceremonia de los Oscar, la gran fiesta del cine mundial. Son, por ejemplo, historias como Moonlight, que retrata las consecuencias del capitalismo individualista, Jackie, donde Pablo Larraín cuestiona no de los mitos americanos: los Kennedy, o El viajante, la cinta del iraní Asghar Farhadi.

El cine español, como el cine de otros países, está en desventaja con el cine de Hollywood, que domina la producción y la distribución y la hegemonía visual. Decía el director de Mad Max, George Miller, que en cualquier tribu australiana conocían a Spiderman. La actriz Kate Winslet contaba que, tras el estreno de Titanic, la reconocían hasta en El Tibet. Hollywood parece haber leído a Gramsci y haberlo utilizado, no con fines colectivos, sino individuales, la venta y la dominación económica conseguida a través de la cultura, de la expansión del inglés y del modelo de vida americano.

Más allá de la dominación económica e industrial, Hollywood ha logrado que nos enamoremos de sus estrellas y de sus historias por algo fundamental: como la favorita de la noche de los Oscar, La La Land, nos permite soñar.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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