Hablar por HablarLa llamada de la Historia
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La llamada de la historia

Edward Hopper

Representante de la pintura realista americana

Edward Hopper

Edward Hopper

05:43

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Madrid

Era un trabajo extra en un primer momento, pero lo cierto es que pronto se convirtió en un añadido. El cuadro no estaba acabado si no estaba una reproducción, chiquitita, en el cuaderno. Allí apuntaba Jo todo lo relativo al cuadro: su descripción, el material empleado…hasta la marca de los óleos dejaba escrito. Y luego, precio, fecha y comprador, cuando tal cosa sucedía.

Así hicimos tres buenos cuadernos, aunque yo tenía uno más. Uno en el que apuntaba lo mismo pero sin hacer la copia, sin reproducción de la pintura, solamente escribía a mano lo que había relativo a cada cuadro. Al parecer este otro cuaderno tras los matrimoniales compartidos sorprendió a mi muerte. Uno tiene derecho a hacer lo suyo propio, al margen, ¿o no?

Mi fama de hombre austero y taciturno se generó por mi obra, lo que implicó que la sorpresa de este cuaderno solitario durase más bien poco. El hombre que pintaba la soledad de la modernidad también era capaz de apuntar sus cosas para él mismo. Tan raro no parece.

Antes de hacer un inventario de la obra, hay que ser artista. Nací en una familia burguesa, a orillas de un río, y mi primer contacto real con el arte fue cuando entré en la New York School of Art. Ahí, como ocurre tantas veces, lo mejor fueron los compañeros y los profesores. De ellos aprendí todo, hasta a realizar un inventario, a ser tan creativo como constante, y aprendí también que para sobrevivir tendría que ser ilustrador publicitario antes que pintor a mi aire. Gajes del oficio.

En mis viajes a Europa me fui al lado clásico. Mi visión artística me llevó más a fijarme en grandes referentes de ese lado del charco, como su Goya o aquel Manet, más que tirar por aquellas nuevas corrientes llenas de cubismo y abstracción.

Al regreso de todos estos viajes por el Viejo Continente me centré en mirar a mi alrededor: lo cotidiano, la vida que teníamos, la vida que veía en cuanto bajaba al bar de la esquina. La ciudad era un entorno ideal, lleno de realidades que merecía la pena retratar. Alguna playa añadí, producto de mis veraneos, pero la base es la ciudad, su vida y su soledad. La vida de las personas que llenan un espacio en el que en realidad están solos. La luz y las sombras, tantas que no fue fácil hacerme un hueco. Mis primeros trabajos, mis exposiciones, no tuvieron demasiada repercusión y regresé al grabado de nuevo, a través del que vino más de un reconocimiento.

Arnold Newman, retrato de Edward Hopper, 1941. / Arnold Newman, retrato de Edward Hopper, 1941.

Apuntes sobre hopper

Uno de los grandes maestros del arte del siglo XX, uno de los representantes de la pintura realista americana. La mayoría de sus temas pictóricos se basan en lugares públicos, con una o dos personas, con mucho espacio entre ellas, con un juego perfecto entre las luces y las sombras. La soledad de las ciudades modernas retratada en los años veinte del pasado siglo: una imagen que sigue vigente en la actualidad y por eso la pasada semana en el periódico El País se hablaba de una “imagen hopperiana”. Y es curioso pensar que, pese a que se alejó tanto de las corrientes abstractas del siglo XX, influyó en la vuelta al arte figurativo y también en el Pop Art. Falleció en 1967 en Nueva York. Su mujer Jo, lo hizo un año después, tras donar la obra de Hopper al museo Whitney.

Fue a mediados de la década de los años veinte cuando pude dedicarme exclusivamente a la pintura. En la misma época me casé con Josephine, también artista, y que fue quien ordenó mi obra y también quien la cedió a mi muerte. Las escenas de mis pinturas en las que aparecían mujeres estaban todas basadas en ella, hizo en numerosas ocasiones de modelo femenino. Le daba igual qué personaje le tocase ser, lo único que me pedía era que quedase constancia de que era una obra dedicada a ella, a mi Jo, y que aquellas mujeres no estaban basadas en alguna persona externa al matrimonio. Así era Jo.

Discutíamos tanto como nos queríamos. O no, pero nuestro matrimonio, sin hijos, fue así. Éramos distintos: yo silencioso como mis cuadros, reflexivo…ella no se callaba nunca, era ingeniosa y muy vital.

Llegó Jo a poner anotaciones en esos cuadernos de los que hablábamos al comienzo que eran verdaderas ironías, verdaderas críticas, con cierta voluntad literaria, de modo que otorga a estas anotaciones calidad certera, aunque sea contra mí.

Pero he venido a hablar de mis cuadros, así que charlemos sobre uno que les va a gustar. Es de 1942 y en su traducción ha pasado por ser Halcones de la noche, Noctámbulos o Aves nocturnas. Es un bar, donde todos permanecen tan estáticos como su entorno, tiene un tinte de cine negro, muy de la época, y un tanto poético. Hay una mujer que destaca, hay una cierta inquietud en la obra…Es una de las más conocidas. Cierto es que tampoco fui un artista muy prolífico: mis obras necesitaban calma para hacerse, y reposo para saberse arte. Que captar la soledad del hombre contemporáneo, como dijeron algunos sobre mi obra, no es tarea sencilla.

Adriana Mourelos

Adriana Mourelos

En El Faro desde el origen del programa en 2018. Anteriormente, en Hablar por Hablar, como redactora...

 
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