'Feud', vejez y machismo en Hollywood
Ryan Murphy explora la crueldad de la industria a través de la enemestidad de Bette Davis y Joan Crawford
Madrid
El creador de American Horror Story y de American Crime Story, sigue su exitosa relación con FX y lanza su tercera saga, ‘Feud’ –enemistad en castellano-. En esta primera temporada, que se puede ver en HBO España, se centra en la rivalidad entre Bette Davis y Joan Crawford durante el rodaje de ‘¿Qué fue de Baby Jane?’
TELEVISIÓN | 'Feud', vejez y machismo en Hollywood
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El creador siente absoluta fascinación por las dos divas y construye en esta produccion un agrio homenaje. Según ha contado en varias entrevistas, Bette Davis fue una de las actrices que cambió su carrera y su vida. Cuando era solo un niño en Indiana en los años 70, escribió dos cartas a sus ídolos en la gran pantalla. Una fue al actor de origen italiano Ron Palillo y la otra, a Davis. Para su sorpresa, ella respondió y años más tarde, ya como estudiante logró entrevistarla solo un mes antes de que ella muriera. De esa conversación nace esa atracción que le ha llevado a escribir esta miniserie llena de referencias y centrada en el ocaso y la decadencia de las actrices, maltratadas por Hollywood cuando pasan los 50.
Susan Sarandon interpreta a Bette Davis y Jessica Lange a Joan Crawford. Dos actrices que rondan los 70 años y están viviendo precisamente una segunda carrera gracias a la televisión. La miniserie, más allá de lo pop y mitómano, tiene una agria lectura porque refleja todos los problemas y complejos a los que se enfrentan estas mujeres. Como dice Emily Nassbaum en The New Yorker es un un retrato de cómo las mujeres asumen e interiorizan el patriarcado. Un viaje angustioso, a veces doloroso y a veces ridículo, que se sirve de uno de los cliclés clásicos, el de que las mujeres son las peores enemigas.
La serie radiografía, entre estridencias, cómo mujeres que llegaron a ser en los años 30 un referente de poder, independencia y libertad para muchas otras mujeres en sus casas, se han convertido en seres débiles, atormentados por la inseguridad y la debilidad que el entorno inocula a estas intérpretes mayores, siempre necesitadas de atención y reafirmación. Murphy disecciona con diálogos lapidarios esa pérdida de confianza en sí mismas, de sentirse observadas y trabajar con el temor de que sus papeles acaben siendo una parodia de quienes fueron.
Al mismo tiempo, expone la crueldad de una industria dominada por hombres que las convierten en marionetas. Las quieren calladas y avivan su rivalidad. Dentro del proceso de rodaje de ¿Qué fue de Baby Jane? se muestra la estrategia. Toda la campaña de marketing pasaba por fomentar su enemistad para ganar hojas de periódicos y revistas ante una prensa amarillista, ávida de escándalos y chismes. Dos inmensas actrices manipuladas y sometidas a una lucha que las destroza.
¿Ha cambiado algo esta situación?
Setenta años después no ha cambiado mucho la situación. Las mujeres de más de 40 años tienen problemas para encontrar papeles que las representen. Se vuelven invisibles para la industria y la mayoría recibe papeles de madres y abuelas con esa mirada paternalista que no desecha el gremio. Berta Ojea, secretaria de Igualdad de la Unión de Actores analiza este desafío pendiente:
¿Por qué hay un compromiso por la igualdad pero en la práctica no hay avances?
La industria cultural es muy conservadora, en el sentido de que no mueve mucho la manera de narrar sus historias. Las mujeres, aunque sean protagonistas, están representadas por actrices muy jóvenes. La idea es que un hombre actor puede hacer una carrera desde niño hasta el final y, sin embargo, las actrices son retiradas del mercado hacia los 50 años. En estos momentos, mientras la sociedad avanza a que las mujeres tengan cada vez más puestos de responsabilidad, en la cultura estamos muy estancados. Las cifras lo denotan: hay un 25% de personajes para mujeres en el audiovisual español, que es muy poco.
¿Cuándo se vuelven las mujeres invisibles para la industria?
Todos los guiones que podemos ver en televisión, aunque ponga personaje de 50 años, siempre lo va a hacer una actriz de 30. Hay modelos paradójicos donde, en determinadas series, la madre y la hija, tan jóvenes, casi se rozaban la edad. Los datos son contundentes, a partir de los 45 años empieza a haber una brecha por edad enorme en las actrices. A partir de los 30, hay ya incluso en el sector, que lo tiene asumido, que los jefes de casting le preguntan la edad y cuando dicen 30 o 35, te dicen: aprovecha porque tengo solo algunos años de trabajo.
También es un problema el papel que representan...
Se están contando mujeres que en sus roles, al ser más jóvenes, pueden ser profesionales pero su papel realmente es el de enamorada del protagonista. No tienen una identidad. Las actrices, cuando se acercan a los 45, empiezan a tener el rol de madre y, más adelante, si subsistes, de abuela con alguna excepción evidentemente.
Además de incrementar el número de directoras, productoras, guionistas... ¿Qué pasos más se deben dar?
Hay que cambiar la industria, no solo porque tengan que llegar las mujeres, que tienen ese derecho, sino el propio concepto. Las series de televisión influyen de una manera notoria, quizá ahora más ningún otro sector cultural, en la cotidianidad de la gente. Es muy difícil cambiar una sociedad, trabajar hacia la igualdad cuando las series que entran en tu casa cada día, te están contando los roles de la manera más conservadora. No hay una transformación. Las adolescentes siguen viendo que ellas son el objeto deseable pero que no tienen más y se preparan para eso. Esa es la conciencia que estamos creando. Y tenemos que pensar en nuestras jóvenes, en las niñas que también consumen estos productos. Hay que convencer a la industria de que las mujeres también son rentables, porque son el gran público que consume y porque seguramente les gusta verse en mujeres reales, y no sólo enamoradas.