Cómemelo toda la vida

Madrid

No volver a tocarme las tetas. Nunca más. Nada de caricias ni mordiscos buscando que se me pongan de punta los pezones para lamerlos una y otra vez. No volver a excitarme tanto que me ponga nerviosa al sentir como la piel de las aureolas de mis tetas responden a la boca y las manos que me las aferran. Otra más. Una sola no vale. Tengo que renunciar a otra más.

Exímeme del sexo anal. Con ese pedazo de verga, a veces las hemos pasado putas... No ha quedado otra que untarse, lamer, tocar, excitarme y hasta correrme primero, antes de perpetrar la entrada a boxes que más te gusta, el "a cuatro patas" con el que me siento más poderosa. La postura más irreverente para el sexo más sucio; ese que elegimos tú y yo.

Otra, la última.

Con mucho sufrimiento, puedo soportar la ausencia de ese muestrario de pollas que son tus dedos, clavándoseme bien dentro, incluso. Me he quitado tres de las gloriosas embestidas que considero imprescindibles en nuestra cama. Pero nunca, escúchame bien, nunca; nunca jamás permitiré que dejes de pasar y repasarme con la lengua, entre las piernas, abrochándome la bragueta con tu saliva, desde mi hueco hasta el monte de venus, deleitándote con los labios, abriéndolos con los dedos para beberme, para chuparme, para comérmelo entero.

Haz que explote mi entrepierna. Haz que grite y te separe la cabeza con las manos al no poder aguantar más. Haz que el sexo conmigo dentro sea la mejor de las liturgias, el helado calenturiento y bermellón en el que la sangre se concentre en esos cuatro milímetros de carne que tú, sí, tú, no dejarás de lamer mientras viva.

¿A que no vas a dejar de comérmelo nunca?