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Mitos, crítica y humor: la delicada relación del cine con ETA

El catedrático de Historia de la Universidad del País Vasco, Santiago de Pablo, publica 'Creadores de sombras. ETA y el nacionalismo vasco a través del cine', un libro donde analiza la representación de ETA en el cine español desde la Transición hasta la actualidad

Fotogramas de 'Operación ogro', 'Lasa y Zabala', 'Días contados' y 'Negociador' / CEDIDA

Madrid

Nos quejamos de que en España hay poco cine político y razones no faltan. Quizá el más abundante sea el cine sobre ETA. Desde Operación Ogro, la cinta de Gillo Pontecorvo sobre el atentado contra Carrero Blanco, hasta los últimos documentales o comedias, muchos directores se han interesado por ETA. "El caso de ETA nos permite muy bien ver la estrecha relación entre cine y sociedad", dice el catedrático de Historia en la Universidad del País Vasco, Santiago de Pablo, que acaba de publicar Creadores de sombras. ETA y el nacionalismo vasco a través del cine, un libro donde analiza la representación de ETA en el cine español desde la Transición hasta la actualidal. 

CÓMO EL CINE HA REPRESENTADO A ETA

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"El cine no es algo autónomo que desde fuera va imponiendo unas ideas, sino que hay una relación entre lo que el cine dice, lo que la sociedad recibe y a su vez influye la sociedad en el cine", añade. ¿Cómo ha contado el cine estos 40 años de terrosismo de ETA? Según de Pablo, hay una evolución en el relato cinematográfico desde la Transición hasta la actualidad. "El cine de los 80 veía, como la propia sociedad, a los miembros de ETA como herederos de esa ETA que luchaban contra Franco, en una idea mitificada. Poco a poco, el cine se da cuenta de que hay una banda terrorista y aparecen películas más críticas", explica.

El punto de inflexión fue es el asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997. La sociedad española y la sociedad vasca cobran una conciencia mayor sobre las víctimas de ETA y en el caso del cine cambia la representación. El ejemplo es A ciegas, de Daniel Calparsoro. "Se empieza a rodar antes del asesinato de Miguel Ángel Blanco y se contemplaba como una cinta sobre la confusión en el País Vasco. Sin embargo, en el momento del estreno se vende como un 'Basta ya' a la violencia", recuerda este catedrático que incide en que a partir de este momento las películas comienzan a situar a las víctimas en un primer plano, como en Yoyes, de Helena Taberna, o en El viaje de Arián, de Eduard Bosch. Esta evolución se percibe también en la realción del Festival de Cine de San Sebastián con el terrorismo. Según este autor, en la Transición solo se protestaba durante la celebración del certamen si había víctimas de la represión policial, pero no si eran víctimas de ETA.

De todos los directores que han retratado terrorismo, al menos en lo cuantitativo, Imanol Uribe es uno de los más importantes por haberlo hecho desde distintos enfoques. El proceso de Burgos, Días contados, La muerte de Mikel eran películas arriesgadas en su momento, pero en las que no aparecían las víctimas de ETA, como incide De Pablo. "En el caso de Uribe hay una evolución personal, las víctimas en El proceso de Burgos son los propios etarras condenados a muertes. Hasta que no llegamos a Lejos del mar, su último trabajo, no vemos a una víctima de ETA en el papel protagonista", amplía.

De todas las cintas sobre ETA, la más polémica ha sido, sin duda, el documental de Julio Medem, La pelota vasca. Era una cinta que trataba de abarcar todas las posturas en torno al llamado conflicto vasco, pero el PP se negó a participar si en ella salían familiares de presos o miembros de la Izquierda abertzale. Durante los Goya, un grupo de víctimas de ETA protestó en la puerta contra este documental. ¿Era realmente una cinta favortable a ETA? "Medem tuvo la mala suerte de que La pelota vasca nació en un contexto social y político roto, con la sociedad dividida, no solo contra ETA, sino entre los grupos políticos. Ha sido una película malinterpretada porque no era una película favorable a ETA y se presentó como un modelo de película proetarra", justifica de Pablo.

En los últimos años han proliferado los documentales sobre ETA y también ha aparecido el humor para hablar directa o indirectamente de la banda terrorista y el nacionalismo. Para este investigador, lo que pasó con Vaya Semanita y Ocho apellidos vascos es que era un momento distinto: "Había ganas de poder reirse de esto. Es lo que pasa también con Negociador, de Borja Cobeaga". Es curioso que en tiempos en los que cualquier chiste puede ser susceptible de enaltecer el terrorismo, haya sido una comedia en la que el entorno abertzale aparece en un segundo plan la que haya actuado de catarsis para la sociedad española, como explica el investigador: "El humor, si se utiliza bien, sí puede ser una herramienta para reflexionar sobre la violencia de ETA".

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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