La rutina del escándalo

Madrid

A raíz de asuntos mucho más importantes e imprevisibles, Moisés Naím escribió que la característica más importante de nuestro tiempo es “la normalización de lo excepcional”. Algo de ese fenómeno se ha instalado también en la vida política española que, tras un año de sobresaltos, digiere a la fuerza lo que en otro tiempo hubieran sido sacudidas de meses: la dimisión de un presidente autonómico, la comparecencia de un exministro acusado de montar una policía política contra sus enemigos, la súbita escalada de la corrupción entre las primeras preocupaciones de los españoles o el hartazgo con el PP nada menos que del PP valenciano, que nutre de votos a su partido, por la discriminación presupuestaria a su comunidad. Todo son pegas para el Gobierno y por eso ha sido otra buena semana para Mariano Rajoy, porque ha bajado el paro y se ve cerca de aprobar las cuentas públicas.

Entre tanta convulsión, igual aparece en los telediarios la renuncia de Pedro Antonio Sánchez que la Coca Cola de Ramón Espinar. No es lo mismo, se excusó el senador de Podemos que acababa de llamar al boicot contra el refresco. Nadie dijo que fuera lo mismo, nadie se atrevió siquiera a insinuarlo, pero si la imagen se volvió viral fue por lo que tenía de reveladora. En su escala, el episodio ofrece un contraste entre el discurso público y el privado.

Aunque, en eso, el premio es de largo para el secretario general del grupo socialista, Miguel Ángel Heredia, que se despachó a gusto cuando pensaba que nadie le estaba grabando contra “el enemigo” de Podemos, contra el PSC al que él disolvería o contra compañeros de escaño como Margarita Robles. Las grabaciones de Heredia que difundió el diario El Mundo tienen, sin embargo, mucho más recorrido y entidad, porque demuestran la profundidad de la guerra en el PSOE y ponen en apuros a la candidatura de Susana Díaz. En cuanto pasen los días de fiesta, los socialistas se entregarán a la batalla sin cuartel y toda munición es poca.

El calendario juega esta vez en beneficio de la política, porque la Semana Santa le dará lo que de normal no tiene: margen para el reposo. Tendrá tiempo el PP valenciano de saber si está solo en la reclamación presupuestaria o si otros socios le acompañan. Por lo pronto, también Feijóo ha enviado señales de alerta sobre el reparto del dinero, que es el meollo de la batalla territorial. Tendrá tiempo el Gobierno de estudiar si los apoyos que tiene y a los que aspira en el Congreso para aprobar las cuentas no los pierde luego entre aquellas comunidades que se quejan por el agravio en las inversiones.

Tendrán tiempo Ciudadanos y el PP de probar si su pacto de las lentejas resiste más tensión en Murcia o en cambio Albert Rivera, como le pide alguno de sus colaboradores, es más laxo en las condiciones que exige a un presidente que tendrá un mandato de un par de años. Y tendrá tiempo el PP de estudiar los efectos, si los tiene, de la comisión que investiga la policía patriótica, previa a la que investigará su propia financiación. Habrá tiempo, en suma, de darle un poco de perspectiva a todo lo excepcional que se va normalizando.