Pobre amor mío
Hoy, la actualidad cuenta un episodio de mi historia personal, que empezó en 2006 y duró varios años. Algunos días, los padres y las madres de los colegios públicos de Chamberí, levantábamos a los niños media hora antes. A las ocho y media de la mañana, nos manifestábamos en los jardines del Canal de Isabel II, sobre los que el Ayuntamiento pretendía construir un campo de golf. Una semana tras otra, íbamos hasta allí todos juntos para protestar durante media hora contra aquel proyecto descabellado y faraónico que, como tantos otros, se hizo realidad. En aquella época, no entendíamos que el patrimonio de la empresa pública del agua de Madrid pudiera destinarse a un proyecto tan exclusivo y ajeno a su naturaleza. Ahora ya sabemos por qué.
También hemos descubierto las razones de la virulencia con la que nos atacaba la prensa afín al PP. Progres trasnochados, nos llamaban. Enemigos del progreso, castizos nostálgicos, opuestos al desarrollo cosmopolita de la futura sede olímpica. Triste Madrid, pobre amor mío. Quiero dedicar esta columna a todos mis compañeros de aquella época. A los enésimos resistentes, penúltimos defensores de esta ciudad perpetuamente asediada, y a aquellos alumnos, aquellas alumnas de Primaria, que están hoy en la Universidad, preparándose para afrontar el miserable futuro al que les han abocado las políticas, y el saqueo continuado, de quienes les negaron un parque público para construir un campo de golf en el corazón de su distrito.