Un corazón europeo

El resultado de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas ha producido un suspiro de alivio en toda Europa, porque parece cortar el paso a la extrema derecha xenófoba en un país que es básico para la Unión Europea. Pero ese resultado supone también un terremoto en el mapa político francés: van a competir por la presidencia de la república un economista de 39 años, que era desconocido hace tres, Emmanuel Macron, que no tiene un partido detrás, y Marine Le Pen, la líder del partido de la extrema derecha, Frente Nacional. Es decir, han desaparecido de un plumazo los dos partidos que han gobernado Francia desde 1958; conservadores y socialistas.

Habrá que ver que sucede en las inmediatas elecciones legislativas, pero, por el momento, el Partido Socialista, que se presentó dividido, ha sufrido un golpe formidable y los conservadores, que se mueven en un pañuelo con la izquierda radical, han demostrado también que su modelo más inflexible, el que representa Francois Fillon, ya no atrae mayorías.

De momento, Macron contará en segunda vuelta con el apoyo de los socialistas y de los republicanos, porque, llegado el caso, siempre forman bloque frente a la extrema derecha antieuropea, pero esta aun por ver que hará el dirigente de izquierda Jean-Luc Melenchon, que anoche no se pronunció por ninguno de los dos candidatos.

Macron es un personaje peculiar, con muchas y grandes amistades entre los socialdemócratas alemanes, con quienes comparte un mensaje europeísta reformador y con quienes podría rehacer el corazón de la Unión, pero tendrá que modificar algo su mensaje interno en segunda vuelta para hacer frente a Marine Le Pen que ya se proclamó anoche “candidata del pueblo”, es decir, de las clases sociales más desfavorecidas, jugando el mismo juego que Donald Trump.