Reguerito de ámbar que te ponga a mil
La Tana tiene un plan para garantizarse amantes. Y ese plan incluye que la huelan y no olviden jamás su aroma...
Madrid
Al cachalote le cuesta digerir la multitud de animales de concha que completan su dieta. Para hacer la digestión segrega una sustancia gris oscura con un fuerte olor que lo ayuda a no morir en el intento y que expulsa de su cuerpo en mitad del océano. Tras años degradándose en el mar, esa masa viscosa transforma su fecal olor en un característico aroma parecido al del incienso, con secas connotaciones amaderadas, convirtiéndose en un fijador que se usa en perfumería y que da lugar a sintéticos aromas tremendamente personales.
No es un olor ni masculino ni femenino. Es un aroma característico. Tanto como para que yo quisiera oler así el resto de mi vida.
Mi primer frasquito de esencia de ámbar gris lo compré en Varanasi a mediados de los 90. Desde entonces no he dejado de usar esa fragancia. Sé que casi nadie huele así y admito que pago cara la osadía. Sé que cuando mis examantes se cruzan con cualquiera que use mi mismo perfume, se acuerdan de un reguerito de ámbar que un día los puso a mil. No les queda otra que recrearme desnuda restregándome por su pecho. Devorándoles la entrepierna, lamiéndolos y comiéndolos sin mesura. Obligándoles a que me muerdan los pezones, metan los dedos en mis huecos y devoren lo que venera mi monte de Venus.
Invocando su delirio con ese olor a madera, seco, casi áspero que resume mi feminidad y engrandece mi masculinidad. Fragancia que pondera y evoca mis ganas de sexo.
Déjame que te deje mi reguerito de olor a ámbar en el recuerdo mientras follamos como más nos guste… Puede que así consiga que eches de menos mi cama para que vuelvas a ella en cuanto tropieces de nuevo con mi recuerdo.