El día que naufragó el Titanic del cielo
En 'Matinal SER' recordamos la tragedia del Hindenburg, una catástrofe aérea que puso fin a la era de los dirigibles
Madrid
Fue el abrupto fin de una prometera era para los dirigibles. El coloso aéreo LZ 129 Hindenburg, orgullo de la Alemania nazi con apenas un año de vida, salió ardiendo el 6 de mayo de 1937 cuando estaba aterrizando en Lakehurst, Nueva Jersey, tras haber cruzado el Atlántico procedente de Frankfurt.
De las 97 personas que viajaban a bordo de la aeronave (36 pasajeros y 61 tripulantes), perdieron la vida 35 (13 pasajeros y 22 tripulantes). También murió un trabajador del aeródromo, con lo que el número total de víctimas mortales fue de 36.
Durante la maniobra de aterrizaje, el Hindenburg tuvo que sortear varias tormentas y los científicos apuntan a la electricidad estática como causa del fuego que se originó en la popa, en la parte trasera del globo. Quedó destruido por completo en menos de 40 segundos. Tras el desastre, Adolf Hitler ordenó terminar con la flota de dirigibles comerciales.
«¡Oh, la humanidad!»
Hay abundante material audiovisual del momento del accidente, aunque -curiosamente- nadie filmó ni fotografió el inicio de la explosión. Destaca la conmovedora crónica que grabó para la emisora de radio WLS de Chicago el locutor Herbert Morrison, qne estaba narrando el aterrizaje a pie de pista. El audio se emitió un día después de la tragedia.
La narración de Morrison se reproduce en colegios y universidades estadounidenses como ejemplo de periodismo radiofónico. En pleno relato, ahogado por la emoción, el locutor exclamó «¡oh, la humanidad!» («oh, the humanity!»). Se refería al público asistente en el aeródromo, al que se le venía encima aquel amasijo de hierro y fuego.