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SERIES DE TELEVISIÓN | ANÁLISIS

'El cuento de la criada' es real: siete ejemplos que lo demuestran

La distopía escrita por Margaret Atwood en los años 80 cobra vigencia y gana repercusión con su estreno en televisión

La serie que emite HBO España retrata un mundo vigilado, con mujeres sometidas, vientres de alquiler y bebés robados

La actriz Elisabeth Moss protagoniza 'El cuento de la criada' / Take Five/Hulu

Madrid

Imaginen un golpe de Estado en la democracia más poderosa del mundo. EEUU pasa a ser una teocracia. Sin Constitución, sin Congreso y sin libertad, se instaura una dictadura que recupera el puritanismo de siglos anteriores donde la mujer es anulada y despojada de cualquier derecho. No pueden trabajar, no disponen de su dinero y son reclutadas según su fertilidad. Bienvenidos a la República de Gilead.

TELEVISIÓN | 'El cuento de la criada', la aterradora distopía hecha realidad

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Hace 33 años, la escritora canadiense Margaret Atwood empezó a escribir esta distopía, 'El cuento de la criada' en su traducción al castellano. Adaptada sin éxito al cine o la ópera, ahora se convierte en serie de la mano de la plataforma Hulu (en España puede verse en HBO España). La autora, que también participa como consultora en la ficción y tiene un pequeño cameo, ha publicado un ensayo se incluye en la reedición del libro en España a cargo de la editorial Salamandra. En este texto, Atwood cuenta que le costó años enfrentarse a la historia, pero finalmente lo hizo bajo dos premisas. Como había nacido en 1939 y había conocido el horror de la Segunda Guerra Mundial, sabía que el orden establecido puede desvanecerse de la noche a la mañana. "En determinadas circunstancias puede pasar cualquier cosa en cualquier lugar", señala. Lectora de ficción especulativa, no quería digresiones ni mundos inverosímiles, tenía claro que los personajes tenían que ser reales en base a lo que ella había visto o sabía que existía.

Así construyó este relato aterrador que la serie promete dar la profundidad y reposo que necesita para el desarrollo de los personajes. Una sociedad imaginaria en la que las mujeres son sometidas y catalogadas como ganado ante los problemas de natalidad por la depravación moral y los avances científicos. Las infértiles son enviadas a colonias –una especie de campos de concentración- a limpiar y las fértiles reciben formación –y palos- en un centro para ‘servir’ a los señores y sus esposas como vientres de alquiler.

La narración se articula en tres líneas temporales que comparten miradas, detalles y silencios con una estética especial, de luz blanca y mujeres que parecen haber salido de cuadros de Vermeer. Primeros planos, claroscuros y una voz en off, que intenta mantener el equilibro y sentirse libre, convergen entre escenas dantescas y rituales violentos. Elisabeth Moss, la Peggy Olson de ‘Mad Men’, encabeza el reparto de, posiblemente, una de las ficciones más reflexivas en el actual contexto político.

&#039;El cuento de la criada&#039;, la aterradora distopía hecha realidad

¿Por qué es un distopía actual? Siete ejemplos que lo demuestran

En este jardín imaginario –como dice Atwood- escrito en los 80, la mayoría de elementos no solo no resultan lejanos sino que su vigencia asusta:

1.- La mujer, un objeto reproductor 

El cuerpo y la fertilidad como medio y arma mientras los hombres legislan sobre ellas. Cada sociedad tiene sus regímenes de verdad, aquellas cosas, discursos y prácticas, que dan por sentadas y normalizadas. Eso ocurre en esta dictadura que nos presenta la serie, donde el cambio de narrativa está en pleno proceso y donde se evidencia, como establece Foucault, que el cuerpo es el centro de las luchas de poder, donde el poder se ceba y, más, sobre aquellos cuerpos no normativos que ponen en peligro esas verdades construidas. Nos referimos a los cuerpos no normativos, a los homosexuales, las lesbianas y las mujeres, sobre las que recae todo el peso del castigo y la explotación.

La historia, de inspiración bíblica –cita al patriarca Jacob en el Génesis-, parte de esa concepción católica de Occidente de reducir a la mujer a la concepción. “La fertilidad es un don de Dios. Os dejó intactas con un propósito bíblico. Igual que Bilhah sirvió a Raquel. Vosotras serviréis a los Líderes de los Fieles y a sus esposas estériles”, instruye una de las guardianas a las criadas para su futura vida en esas cárceles reproductivas. E indudablemente el aborto y la píldora se consideran una abominación.

Hace unas semanas, varias mujeres se presentaron en el Senado de Texas vestidas con las túnicas rojas –símbolo de la fertilidad- y las cofias blancas características de la novela. Los políticos debatían un proyecto de ley para permitir a los médicos mentir a las mujeres en caso de que detecten anomías en el feto y crean que van a decidir abortar. Primera profecía cumplida.

2.- La gestación subrogada

La utilización del cuerpo femenino entronca directamente con el debate actual, abierto y polarizado, de los vientres de alquiler. Se apela al derecho de decidir libremente pero se olvida explicar cómo una mujer va a elegir libremente entre pobreza o ser un vientre de alquiler. La serie evidencia de manera extraordinaria la interseccionalidad entre clase y género. Como las mujeres pobres son las más afectadas, las que apenas tienen derecho. Solo las fértiles pueden salir adelante puesto que sirven de mercancía para las mujeres y hombres heterosexuales ricos, que no pueden tener hijos.

Estos días se celebra en Madrid un congreso sobre esta práctica en medio de una agria polémica. Colectivos feministas han llevado a la Fiscalía el evento para solicitar su suspensión por burlar la normativa española en la materia. Un tema tan delicado por el que ningún partido político ha sido capaz de adoptar una posición mientras las revistas informan de los viajes de famosos a EEUU para recoger a sus niños.

Activistas de FEMEN durante la protesta en la entrada del hotel donde se celebra la feria "Surrofair" de promoción de la gestación subrogada / Fernando Alvarado

3.- Los bebés robados

Margaret Atwood basó su historia en los casos de la dictadura argentina, que el cine ya ha contado, al igual que en Irlanda recientemente con la cinta ‘Philomena’. En España, también conocemos de cerca números ejemplos de adopciones irregulares durante el franquismo. Entre otros, la religiosa Sor María, que falleció en enero de 2013, ha sido señalada en sede judicial por manejar con “oscurantismo” la desaparición de bebés y el doctor Eduardo Vela ha sido procesado por haber entregado una niña recién nacida a otra familia.

4.- El fanatismo religioso

Más allá del machismo, desde posiciones religiosas, en sociedades occidentales, la situación de la mujer queda reducida al ámbito privado en la mayoría de países árabes. El grupo fundamentalista Boko Haram utiliza a niñas y mujeres como armas de guerra –un práctica de larga tradición histórica en conflictos- con secuestros, violaciones y asesinatos en Nigeria.

En el fondo, subsiste la eterna dicotomía entre la religión y ciencia. “Un cura, un médico y un gay. Creo que este chiste ya me lo contaron y no acababa así (dice la voz de la protagonista en la serie al ver a tres hombres colgados)”. A lo que sigue el sermón de la instructora principal: “lo destrozaron todo, llenaron el aire de sustancia químicas, radiación, y veneno, así que Dios lanzó una plaga especial, la plaga de la infertilidad”. La vuelta al puritanismo desde posiciones extremas también lo hemos sufrido en España con el colectivo ultracatólico de Hazte Oír, capaz de hacer campaña contra una candidata (“Si votas Cifuentes, votas aborto”) o de sacar un autobús de odio contra niños transgénero.

El autobús de Hazte Oír con un lema transfobo / EFE

5.- Mujeres contra mujeres. Las guardianas de la moral

Una de las características del neoliberalismo es haber separado al individuo del resto de la tribu. La individualización ha sido su gran victoria y, en el caso de las mujeres, es evidente que la sororidad no se ha logrado, puesto que unas rechazan a las otras. Unas son guardianes de la moral, las otras, seres perversos. Una dicotomía que, quizá, sea resultado de un imaginario colectivo donde la mujer solo podía ser o buena esposa y madre o prostituta. Ahora, por ejemplo, se percibe cómo se repiten estos patrones en redes sociales.

6.- La persecución de los homosexuales

Si en esa República de Gilead colgaban a médicos, curas y hombres gais, las mujeres lesbianas también son perseguidas como traidoras de género pero condenadas en función de su útero. La visibilidad lésbica siempre ha ido un paso por detrás. En estos días, por ejemplo, hemos conocido el caso de dos chicas –una malagueña y una egipcia- que han huido de Dubai porque el padre de la última las denunció y amenazó de muerte por mantener una relación homosexual. Ellas esperan que su historia sirva para ayudar a todas esas personas que sufren represión por su orientación sexual en el mundo árabe.

La joven hispano-argentina María Jimena Rico se abraza a su novia Shaza Ismail, de nacionalidad egipcia / Carlos Diaz

Y también, gracias al trabajo periodístico del diario ruso Novaya Gazeta – el mismo en el que trabajaba la periodista, Ana Politoskaia, asesinada en Moscú –, se ha descubierto que en Chechenia hay al menos tres campos de concentración donde se retiene a los homosexuales que desaparecen por las calles. Amnistía Internacional ha iniciado una investigación para verificar si es cierto que se está "cazando y torturando" a los homosexuales en esta región, incluso delatados por sus propias familias porque son una "deshonra, según informa el programa ‘Punto de fuga’.

Punto de Fuga: 'La cacería contra los homosexuales en Chechenia'

53:48

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7.- Control y vigilancia frente a la disidencia

El Gran Hermano de ‘Orwell’. El mundo de la serie busca la alienación total. No mirar –por eso las cofias-, no leer, no saber… y una vigilancia continua que provoca el efecto de que todos sospechan de todos. El libro ‘1984’ vuelve a estar de moda –ha sido número uno en Amazon tras la victoria de Trump-, ante las noticias de una vigilancia masiva de las telecomunicaciones y la manipulación de la información. Muchos países la practican pero quizá sea Corea del Norte, como estado autoritario, quien mejor ejemplifique el control para la represión política y social. Los norcoreanos tienen prohibido viajar, casarse con extranjeros y en su televisión solo emiten propaganda o películas soviéticas, pero la desconexión forzada es tal que durante muchos años –ahora se han abierto ciertas fisuras- creyeron vivir en el paraíso. Uno de cada 40-50 adultos es un informante a sueldo y existe vigilancia vecinal, informa el diario El País. La disidencia, como en otros países, se castiga con la cárcel o la muerte. La era del pensamiento único es ya. 'El cuento de la criada es real'. 

 
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