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VESTIDA DE NIT

Sílvia Pérez Cruz, libertad sin partituras

La artista publica el viernes su nuevo disco con el que cumple el sueño de grabar a solas con un quinteto de cuerda

UNIVERSAL

Madrid

Hay una canción que Sílvia Pérez Cruz canta en sus conciertos, "Vestida de Nit", que tiene su edad, 34 años. La compusieron sus padres, Glòria Cruz y Càstor Pérez, y de niña le aburría interpretarla. Pero con el tiempo, ha ido cobrando importancia hasta convertirse en un tema esencial en su aprendizaje profesional y emocional.

Silvia Pérez Cruz, libertad sin partituras

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"Vestida de Nit" es una de las once canciones de su nuevo disco que sale a la venta este viernes y además le da título: "no había llegado el momento de incluirla hasta ahora", aseguró ayer en la rueda de prensa ofrecida en la sala de bóvedas del espacio cultural Conde Duque. Canciones de distintas procedencias y estilos pero unidas por una emoción. Seis de ellas nunca habían estado en un álbum, el resto estaban repartidas en distintos formatos.

Es un disco lleno de raíces y que obedece a un sueño que tuvo con 19 años: tocar a solas acompañada por un quinteto de cuerda. El sueño despertó gracias a un ciclo de música clásica en el Auditorio Nacional de Música de Madrid. Silvia se sintió cómoda con el formato, se enamoró de su sonoridad y planteó grabar el disco.

El resultado es conmovedor, suena a directo - han grabado todos los temas en dos días para tener la foto del momento-. La propia Silvia reconoce que su voz resulta más parecida a los conciertos.

Decidieron prescindir de las partituras y tirar de memoria para darle frescura. "Al principio nos dio miedo pero al final nos ha ayudado a emocionarnos más", comentaban los miembros de este quinteto formado por Miquel Àngel Cordero (contrabajo), Joan Antoni Pich (violoncelo), Elena Rey (violín), Anna Aldomà (viola) y Carlos Montfort (violín).

Por su parte, Sílvia Pérez Cruz detalla que ha aprendido el verdadero significado de improvisar, "cuando no te obligan, cuando sale y te da igual que te juzguen", sobre afinación y a disfrutar del compañerismo que da esta unión: "compartes lo que sabes y dejas abierta la puerta al abismo, el miedo al error con el quinteto es una constante".

Se reafirma una vez más en la libertad para abrirse a otros estilos, del jazz, al flamenco, pasando por lo clásico y por distintas nacionalidades: "la música sabe que la respeto y la amo, ¿qué más le da lo que haga?", dice la artista que apagó la televisión de niña al ver a un niño cantando flamenco y corrió a imitarlo delante de un espejo. 

Destacan las historias tras las canciones de "Vestida de Nit" y que la interprete se ha esforzado en detallar en el libreto con la ilusión de compartirlas. Canciones relacionadas con el teatro como "Mechita" o "Loca", de otros proyectos o relacionadas con su niñez y la añoranza como "Nao sei" -el título nació en un viaje de fin de curso a Praga cuando tenía 14 años-. O con sus viajes a Brasil o Portugal -como el fado de "Estranha forma de vida" de Amália Rodrigues-.

También encuentra un nuevo vestido para su premiado "Ai, ai, ai" o para el "Hallelujah" de Leonard Cohen, canción que tocó en su primer concierto sola con la guitarra en Central Park de Nueva York. No iba a estar en este disco pero cuando murió Cohen decidió incluirla. Es el cierre de un disco que celebra la libertad de cumplir sueños, la magia de guardar recuerdos en canciones, la ilusión de explorar nuevas sonoridades y lo más importante: las ganas de compartirlas.

 
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