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Comidas que me incluyan en el menú

La Tana sabe de gastronomía pero sobre todo quiere dejar claro cómo, cuánto quiere comer y hasta qué punto invita a otros comensales.

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Madrid

Si escribiera en un papel todos los nombres de aquellos amantes que han metido su cabeza entre mis piernas y junto a esa misma lista apuntara los amantes a los que se la he metido yo en idéntico lugar, adivinen quién ha bajado más al pilón los últimos treinta años. Las mujeres aprendemos a comer pollas antes que a enseñar a que nos lo coman. Hasta que nos cansamos, claro.

Si total, voy a ser incapaz de aguantarme las ganas de bajar, de buscar, de quitar unos pantalones para juguetear con la ropa interior que haga falta. Mordisquear sin desnudar, apretar con los labios el perfil del bulto que empiece a erguirse. A palpitar. A rogarme que baje la cremallera y con mucho cuidado lo bese. Prometo escuchar todas y cada una de las recomendaciones que hagan que sea sublime esta comida de polla. Para que sepa que es lo que me hará poderosa cuando me la meta entera en la boca y relama desde la base hasta la punta. Lento. Rápido. Como quieras tú. Como más te guste a ti.

Hasta que estallen las ganas de mi amante por bajarse a mesar mis propios deseos, Haciéndolos realidad. La buena educación, los años, la cordura y mi insistencia, hicieron que todos los que pasaran por mis sábanas no tuvieran otra que equilibrar mi lista de comidas de coño... Repasando con la lengua cada uno de los bordes de mi carne para que bulla la sangre. Acariciándome a la vez con los dedos, abriéndome las piernas para besarme en el epicentro. Como quiera yo. Como más me gusta a mí.

No pienso perderme ni una más de todas las gloriosas comidas que me incluyan en el menú. Lo juro.

 
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