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LA COLUMNA DE ALMUDENA GRANDES

La madre superiora

Si no me equivoco, el segundo mandamiento prohíbe usar el nombre de Dios en vano, y quien lo incumple, peca de blasfemia. Por eso, la actuación de Ferrrusola incumple todas las leyes, civiles y religiosas, pero al provenir de una persona de orden, se ve que no ofende a los suyos

Almudena Grandes: 'La madre superiora'

Almudena Grandes: 'La madre superiora'

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A lo mejor me adelanto a los acontecimientos, pero me sorprende que nadie haya pedido hasta ahora que se procese a Marta Ferrusola por ofender los sentimientos religiosos de los católicos españoles.

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Ya sé que ella profesa fervientemente esa fe, pero yo diría que su condición representa un agravante para sus correligionarios, que aparte de sentirse tan indignados por sus delitos como el resto de la ciudadanía, deberían haber acusado como un insulto la vergonzosa ligereza con la que, quien se definía a sí misma como madre superiora de la congregación, utilizó términos y conceptos propios de su religión para delinquir.

Si no me equivoco, el segundo mandamiento prohíbe usar el nombre de Dios en vano, y quien lo incumple, peca de blasfemia. Los sentimientos de algunos católicos españoles son de una elasticidad extraordinaria. Durante los últimos carnavales han denunciado a troche y moche, esgrimiendo sus sentimientos frente a la libertad de expresión, a pesar de que el Carnaval es una fiesta profana que, desde la Edad Media, se caracteriza por permitir durante unos días toda clase de libertades y excesos, entre ellos la blasfemia. Esas denuncias se han ido archivando porque las presuntas ofensas se ajustaban a la naturaleza del contexto en el que se produjeron.

La actuación de Ferrrusola, en cambio, incumple todas las leyes, civiles y religiosas, pero al provenir de una persona de orden, se ve que no ofende a los suyos. Comprobamos a diario que la justicia de los hombres no es igual para todos. Ahora sabemos que la que se ejerce en nombre de Dios, tampoco lo es.

 
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