"Tomando cañas antes de una orgía"
El relato de una oyente de 'Contigo dentro' tras acudir a un encuentro de un grupo liberal por primera vez.
Madrid
Ahí estábamos, tomando unas cañas antes de una orgía. Entramos en el bar, el miedo te invade de repente, porque hasta ese momento no eres del todo consciente de nada. Y esa sensación no solo la tendrás una vez, incluso se volverá familiar. Lo bueno es que a los cinco minutos sentirás que estás como en casa, pero como en casa como cuando estás contigo mismo.
Hola yo soy tal, yo cual, encantado o encantada. Presentaciones, preguntas, miradas, respuestas, risas, incertidumbre. Pero lo que diferencia esto de una presentación normal en cualquier grupo social, es que no hay prejuicios. Quién eres tú para juzgar y quiénes son ellos para hacerlo. Nadie es más que nadie. Simplemente personas diferentes unidas porque de alguna forma la curiosidad sexual les ha llevado a la libertad mental. No sientes que tengas que caer bien, o impresionar, o sorprender, o gustar. Porque de alguna manera saber que luego puede que veas a todas esas personas desnudas en su estado más animal, ya te hace sentir desnudo y natural desde el principio. Bebes lo justo, porque no quieres perderte nada, te gusta estar y la comodidad es tanta que no necesitas deshinibirte. De repente me descubrí a mi misma fascinada por la gente tan diferente e interesante que estaba a mi alrededor. Parejas, heteros, bisexuales, gente que no sabe y quiere saber, amos, sumisas, gente que sabe y quiere saber más, hombres, mujeres. Y sin que nadie se llevara mal, se ofendiera o se sintiera fuera de lugar. Porque si de repente sentías que tu pieza del puzzle había saltado en algún momento en ese precioso mosaico, enseguida alguien te volvía a encajar con una sonrisa, un beso, unas palabras o un abrazo. Estaba rodeada de muchas personas y nunca me había sentido tan conectada a mi, revolviéndome los principios para saber qué haría al final. En todo momento notabas quienes eran veteranos y quienes los nuevos, ellos nos ayudaban a quitarnos miedos, los nuevos los compartíamos. No te sentías solo. Comiendo pizza mientras una chica es azotada y trabajar en cómo te sientes ante eso, ante algo que no te ha pasado nunca. De repente se pagan las copas y las ganas invaden a los veteranos y los miedos a los nuevos.
Vamos a la casa suena como un trueno en medio de la noche más silenciosa. Las dudas te asaltan y al final sin darte cuenta empiezas a andar hacia allí. La gente va hablando, otros comiéndose las bocas porque aún no pueden con la goma de las bragas. Gente ya follada que quiere más y otros que no conseguimos asimilar lo que pasa ni que nuestro cerebro asuma tantos estímulos. Bienvenidos a la nueva era. Fucking Radioactive. El cerebro te peta. Entras o no entras. Quédate, entra a ver, no te eches atrás, vamos pasa, que alguien me bese y me quite el miedo que me tengo en estos momentos, que alguien me coja la mano y me diga es por aquí, no hay pérdida.
Consigo entrar de la mano de alguien y me siento como en esas pelis en las q alguien entra en una discoteca, momento épico, desmadre total, plano en gran angular y cara de flipar. No sé dónde mirar, decido fumar en la terraza y ver qué me pide el cuerpo. Me hablan de lo guay que es el interruptor del baño y me relajo, acabo de ver un culo, tres 69 mientras gente vestida habla con un vino sobre vete a saber qué y otros se follan en la mesa ajenos al resto.
Banda sonora: gemidos de ayer y hoy. Y tus pensamientos en tropel follándose hasta el último cimiento estable en tu azotea. Me decido marchar, no porque esté mal, estoy genial, pero sé que no me puedo unir, que no se cómo moverme, cómo mirar, cómo tocar o dónde situarme en todo eso. Pero te vas queriéndote quedar y sabiendo que vas a volver. Que quieres volver a ver a esas personas, besar a unas y comérsela a otras. Ver que la búsqueda de placer nos hace uno solo. Creo que mis límites conocerán a otros, que haré gestiones que aún estaban en tramites y sobretodo que me conoceré a niveles que no sé si me aterran o me jodido y puto enamoran.