Así no vamos a ninguna parte

Barcelona

Así no vamos a ninguna parte, ha dicho Patxi López. Y quizás ha sido lo más sensato que se ha oído en el debate de los tres candidatos a la secretaría general del PSOE. La abstención que dio el gobierno al PP ha irritado a mucha gente, pero superar este momento no puede ser el horizonte absoluto de la política de Pedro Sánchez. Se requiere algo más que vivir expiando el pecado original. Y a Susana Díaz no les basta con la hidalguía de decir que si el PSOE sigue perdiendo se irá, debería contarnos también qué piensa hacer para volver a ganar.

Atento al debate socialista, me he acordado de una frase del politólogo británico Colin Crouch: “Hace tiempo que los verdaderos conflictos no son aquellos que los partidos colocan en la escena”.

Indecencia. La representación del gobierno catalán en el Consorcio del Palau de la Música impide que se acuse a Convergència por los 6,6 millones que se llevó en comisiones. Así lo ha decidido el consejero de Cultura, Santi Vila, del Pdecat. ¿Cuál es la obligación de un gobierno en una institución, defender los intereses de esta o proteger las sórdidas trampas de un partido político? ¿Es así que el Pdecat quiere romper con el sombrío pasado convergente? Sus socios de Esquerra Republicana no pueden ser cómplices de este atropello.

Edouard Philippe, un alcalde de la derecha de largo recorrido en el espectro político, como está de moda, es el primer ministro de Macron. De Michel Roccard a Alain Juppé, su trayecto responde a la filosofía del nuevo presidente: revoltillo de derecha e izquierda como ideología. Con el partido socialista a la deriva, al situar en Matignon a un dirigente del partido conservador, Macron pretende abrir también una brecha en el espacio de la derecha y así afrontar las generales con los dos bloques tradicionales perfectamente debilitados.