Los militantes se han tomado la revancha

Barcelona

La elección de Pedro Sánchez duele porque han sido muchos, a derecha e izquierda, en la política como en los medios de comunicación, los que han hecho una cruzada de la victoria de Susana Díaz. En vez de preguntarse por qué se equivocaron tiran contra Pedro Sánchez, contra los militantes que le votaron y contra el procedimiento. Para algunos los métodos son buenos mientras den los resultados deseados. Ahora toca denunciar la distorsión democrática de apelar al voto de los militantes, los riesgos de manipulaciones plebiscitarias o el peligro que la participación popular rompa los contrapesos del sistema. Evidentemente, nada de eso habríamos oído si hubiese ganado Susana Díaz.

Y, sin embargo, no es tan difícil entender lo que ha pasado. La victoria de Pedro Sánchez la han labrado sus adversarios, incapaces de asumir que pasaron los tiempos dorados en que regía el principio: el que se mueve no sale en la foto. La vieja cultura de partido –que hoy genera rechazo en todas partes- les hizo creer que fuera de la secretaria general, Sánchez desaparecería para siempre. Olvidaron los buenos modales y salió como una víctima; y completaron la operación con una exhibición de impotencia: dar el gobierno al PP a cambio de nada. La suma de estos dos factores resucitó a un tenaz Sánchez que recorrió España mientras su adversaria seguía razonando en términos del pasado: exhibió el apoyo de los poderosos del partido y arrasó. Los partidos ya no son lo que eran. Y los militantes se han tomado la revancha. Por lo menos desde 2010, con y sin Sánchez, el PSOE va sin rumbo. Y nadie se ha preocupado de enderezarlo.

La victoria de Sánchez ha caído tan mal en las cumbres que ni Rajoy se ha contenido. La mañana nos ha deparado la imagen de un Rajoy desencajado que se ha soltado contra el presidente catalán, en respuesta anticipada a su conferencia de la tarde, y tomando como pretexto la filtración de un borrador de ley de ruptura de Cataluña. Rajoy buscaba así minimizar el éxito de Sánchez y atraparle en la exigencia de lealtad patriótica, emplazándole a “defender la soberanía nacional”. Y a su vez daba por inaugurada la fase de confrontación definitiva con el independentismo catalán. Sin un solo intento de negociación política. No es no.