Pudo ser

Madrid

¿Cómo pudo ser que aquel grupo me gustara tanto, que me emocionara hasta las lágrimas y que forrara con sus fotos mis carpetas, que llorara y chantajeara a mi padre para que me permitiera ir al concierto (algo que ya sabía imposible desde la primera negociación) para luego rebajar mis exigencias a un poster gigante que presidiera mi cuarto? ¿Cómo pudo ser que me supiera de memoria sus canciones en dos idiomas, que adivinaran así mis emociones y las dejaran palpitando en el aire, a la vista de cualquiera? ¿Cómo canté aquel himno generacional a voz en grito, abrazada a mis amigas, como si hubiéramos inventado el mundo y todo lo que en él había?

Y, sobre todo, ¿Cómo puede ser que aquello pasara y se disolviera, así, como si nada quedara de aquella chiquilla y su mundo de límites pintarrajeados y de sus altibajos?¿Cómo no veía aquella ingenuidad, la juventud de mis ídolos (qué lástima verlos ahora), aquellos pelos, por favor, aquellos pelos? ¿Cómo es que aquello vuelve, y se repite, con otros nombres, otros ritmos y otra música, pero de idéntica manera y con la misma energía frenética? ¿Qué nos domó, qué nos hizo menos salvajes y menos divertidos, pero más sensatos? ¿Y por qué no fuimos capaces de ver el final de aquello que vivíamos, el inicio de lo que se nos vino encima, de lo que somos?

¿Cómo puede caber todo esto en un disco, y en un poster, en una caja cerrada y en una vida que aún espera tanto?