El virus del miedo

Madrid

No sé muy bien qué más decir sobre el atentado de Manchester, pero es que sigue siendo la noticia del día y, además, estoy convencido de que al haber niños y adolescentes de por medio, habrá sido tema de conversación en muchísimos hogares. Y es normal, ¿eh?, se comprende porque los hijos, bueno, los críos en general son nuestra tecla más sensible.

El dolor que provoca sólo pensar en esos chavales muertos, o heridos, o traumatizados de por vida, es enorme. Por cierto, imagino que igual de enorme que el dolor que puede sentir, por ejemplo, un sirio o un iraquí, en cuyos países los muertos por atentados –niños incluidos– se cuentan por centenares en lo que llevamos de año.

Estaría bien que ese detalle no lo olvidáramos, aunque hoy todo lo que ha ocurrido me conduce hasta algo muy concreto: el miedo. Y la necesidad, casi diría que la obligación, de no dejarnos dominar por él, porque eso es precisamente lo que pretenden.

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Veamos, esta noche en Madrid hay un concierto de Ricky Martin, ya se ha anunciado que van a incrementarse las medidas de seguridad y estoy convencido de que a más de uno se le han quitado las ganas de asistir.

Bueno, pues es a eso a lo que me refiero; resulta inevitable asustarse cuando ves que hay gente dispuesta a morir matando, que poco o mucho todos somos vulnerables, pero creo que la gran derrota, la peor de todas, sería resignarse a vivir asustados las 24 horas.

Es normal que tengamos más vigilancia en los aeropuertos, en las estaciones de tren, en las grandes aglomeraciones. Tiene mucho mérito que las fuerzas de seguridad hayan detenido a decenas, a centenares de sospechosos, pero yo me niego a revisar cada paso, cada movimiento, cada decisión de mi vida por el puñetero miedo.

Hay que ser prudente, ya lo sé, hay que ser precavido y evitar, en lo posible, situaciones de riesgo –del tipo que sea– pero de ahí a vivir en un caparazón… Que cada uno haga lo que quiera, pero yo no lo compro.