Cataluña: el acelerón

El acelerón de los acontecimientos nos sitúa ante un nuevo escenario: el Gobierno de España pasando al ataque, asegurando que no habrá consulta y reprochando al empresariado catalán su equidistancia. Por su parte, la Generalitat ha activado todos los resortes: en dos semanas habrá fecha y pregunta para el referéndum.

Lo cierto es que Puigdemont no envió una oferta de diálogo a Rajoy sino un chantaje con póliza oficial: o el Estado se rinde o votamos y nos desenganchamos. Lo que practica el president en Cataluña, quien lamina a la oposición modificando el reglamento, es justo lo contrario al diálogo que propugna. Sin olvidar el control de la Justicia y los medios de comunicación que pretende la llamada constitución catalana, una iniciativa legal que no retrataría desde luego a un Estado moderno.

En cualquier caso haya o no referéndum, ley de desconexión, se militarice o no a la policía autonómica, en Cataluña seguirá existiendo un problema político sin resolver, aunque el porcentaje de apoyo sea menguante. Al Gobierno, al que asiste la razón legal y política contra la intentona soberanista, cabe imputarle en cambio haber permitido la inflamación final de este desafío por su inacción política.

Lleva años dejando en la orfandad a los no independentistas.Y ha sido incapaz de proponer algo razonable a quienes se adhirieron reactiva y muchos coyunturalmente al frente soberanista.

Sigue siendo imprescindible hacer política. Que tampoco consiste como pretende el soberanismo en que el Estado acepte un trágala infantil revestido de solemnidad institucional.

Se trata de ofrecer argumentos que mejoren el encaje de Cataluña en España a los miles de ciudadanos que, además de hartos del proceso, están ya hastiados de unos y otros y aspiran a una normalidad que les permita mejorar sus vidas y enterrar este correr hacia ningún lado disfrazado de épica que dura ya demasiado tiempo.