La dimisión de Moix no es suficiente

Madrid

Hoy, Manuel Moix ya no es el fiscal jefe Anticorrupción. Esta mañana ha presentado su dimisión a pesar de que quien lo nombró, el fiscal general del Estado, ha intentado convencerle para que se quedara, porque nada de lo que se le atribuye es ilegal y debe considerar que tampoco es inmoral. Le ha intentado convencer y, muy a pesar suyo, no lo ha conseguido. Así que Moix deja la fiscalía Anticorrupción, pero no deja de ser fiscal, se va al Tribunal Supremo, y es que el fiscal general del Estado no ve ninguna incompatibilidad en que un fiscal, que además se ha comprobado que ha mentido, siga adelante con su carrera.

Llegados a este punto podríamos plantearnos si también tendría que irse el fiscal general del Estado, porque claro, si no encuentra ninguna mácula en la actitud y las actividades de Moix, resulta que tenemos un fiscal general del Estado que aprueba esta actitud y estos comportamientos. Que tenga una sociedad en Panamá, que intentara paralizar algún registro durante la detención de Ignacio González, que se opusiera a la imputación del ex presidente murciano y todo esto con la mayoría de fiscales en contra. Si todo esto lo considera normal, lo que no es normal, incluso diría una anomalía democrática, es que Maza permanezca en el cargo.

Pero claro, a Maza le puso un ministro que había sido puesto por un presidente del gobierno que quiere controlar y minimizar los efectos de la corrupción. Ha sido Moix, pero han sido también los jueces Enrique López, Concepción Espejel o la obstrucción a la justicia que obliga, por primera vez en democracia, a un presidente del gobierno a declarar ante un tribunal. Ninguno de estos hechos es fruto de la casualidad o de una mala gestión puntual, es fruto de una estrategia diseñada para que la corrupción que emponzoña al PP no les ahogue completamente.